A mediados de los ochenta, durante un mes de enero, un numeroso grupo de bisuteros menorquines acudimos por primera vez a la famosa Feria de Milán. El carácter de una parte de la gente de la capital de la Lombardía, uno de los enclaves del poder económico italiano, ya no difiere tanto, en ciertos comportamientos, al de las zonas meridionales más deprimidas. Los auténticos milaneses achacan y lamentan ese contagio a la llegada de una numerosa inmigración del sur que ha ido cambiando la originalmente fría idiosincrasia "quasi" germánica de la ciudad prealpina.
Aquel invierno nevó mucho en Milán y la ciudad se había convertido en un auténtico caos. Conducir por sus calles era adentrarse en una selva y mostraba el carácter de la gente. Los coches circulaban en todas direcciones, se entrecruzaban entre ellos y todos pasaban por allí donde podían. Las señales eran inútiles. Era el caos perfecto. La interlocución entre los conductores era mímica: uno a otro se mostraban el puño cerrado con el dedo corazón apuntando hacia arriba y lo acompañaban de las habituales expresiones popularizadas por el cine costumbrista de Alberto Sordi, De Sica o Mastroianni. Pero, curiosamente, todo parecía encajar ya que se suponía que todos los coches, con las gargantas de los conductores más o menos afónicas, iban llegando finalmente a sus destinos.
Normalmente el orden facilita la vida, pero no siempre la regula. Italia es un buen ejemplo. Lo vemos en su política. Italia, como España, es un país desordenado de natural. Un país en su inmensa mayoría de carácter latino donde lo personal prima sobre lo colectivo. El cierto protagonismo que tuvo en su día el Partido Comunista de Enrico Berlinger, aquel "eurocomunismo…..de rostro humano", no era una querencia por una norma de vida colectivizada. Solo se exigía justicia. La socialdemocracia ejercida por Bettino Craxi y aplicada principalmente por los democristianos de Aldo Moro solucionó la cuestión bolchevique. La incipiente atracción por el comunismo desapareció. Venció el consumismo. En no pocas ocasiones los italianos han demostrado que el país puede subsistir durante mucho tiempo sin que se tomen decisiones de gobierno. Italia es un ejemplo donde la pura inercia administrativa mantiene lo establecido. En estos casos Italia siempre improvisa. Ahora mismo lo vemos con el resultado de las últimas elecciones. El país está en un limbo político pero tienen el duende de la creatividad y eso se nota también en la política. Aunque tarden conseguirán un antídoto contra la desesperanza actual. La novedad de estas pasadas elecciones es que ha explosionado por fin, con toda su crudeza, el hartazgo de una parte del pueblo italiano con sus políticos. Si en España se está consolidando esa aversión hacía la casta, en Italia ya está plenamente arraigada. Ello ha propiciado la irrupción de un fenómeno electoral, el Movimiento 5 Estrellas (M Cinque Stelle), que, ya tercera fuerza política del país, ha puesto negro sobre blanco el patetismo de una acción política dirigida únicamente al beneficio de la clase económica dirigente. M5S denuncia que el pueblo solo cuenta para legitimar cada cuatro años a aquellos que pretenden mangonear, por supuesto legalmente, con la vida de los ciudadanos. Porco Governo. En la sociedad de la información globalizada eso ya no pinta tan fácil. Internet lo cambia todo. Se avecinan pues cambios en las estructuras del poder tradicional.
Italia ha sido y es pionera en muchos campos (en el pensamiento, en el arte, en la creatividad, en la industria, en la religión, en la moda, etc.) Es sintomático que sea allí donde precisamente haya explotado el grano de pus político cuyo dolor muchos ya no soportan más. ¿Is Spain the next in line? ¿España es la siguiente? Será muy interesante ver que deriva toma la política en la cuna (junto con Grecia) de nuestra civilización occidental. ¿Estamos en los umbrales de una nueva formulación del poder popular?
Notas:
- La crisis en Catalunya es terrible. Desde 2007 han desaparecido o han dejado de ser de estricta obediencia catalana todas, todas, las cajas de ahorros que existían con la única excepción de la Caixa transformada ahora en Caixabanc. Mas está en manos de Rajoy.
- Quien abusa (repetidas veces) de una niña de 10 años no es sólo "una persona no idónea" para desempeñar una labor social sino que es un enfermo vicioso, un criminal, un violador y un canalla. En Mallorca han hecho bien en echarle. Felicidades a quien no ha dudado en hacerlo.