La sociedad española podía presumir hace tan solo una década de haber superado numerosos problemas relacionados con el bienestar de la infancia, pero la crisis económica y social generada por los insaciables mercados ha supuesto un claro retroceso en dichos avances.
¿Qué es la pobreza infantil? Naciones Unidas aprobó, en el año 2006, la siguiente definición: "los niños que viven en situación de pobreza están privados de nutrición, agua, saneamiento, acceso a los servicios básicos de salud, refugio, educación, participación y protección. Aunque la escasez severa de bienes y servicios es perjudicial para todos los seres humanos, supone una amenaza y un perjuicio mayor para los niños, dejándolos sin la capacidad de ejercer sus derechos, de conseguir su pleno desarrollo y de participar plenamente como miembros de la sociedad".
Mientras que la pobreza infantil en España se había estancado durante los últimos años en torno al 24%, en el año 2011 llegó al 26% y en 2012 ha superado el 27%. El riesgo de pobreza infantil en las Islas Baleares es de un 32,4%, frente al 26,2% del Estado español.
Estos datos pueden parecer cifras abstractas, frías e impersonales, pero detrás de ellas se esconde que más de 2 millones de niños y niñas en nuestro país viven actualmente por debajo del umbral de la pobreza. De ellos, 65.000 en Baleares. La infancia es el colectivo más duramente golpeado por la crisis, ya que sufren las secuelas por partida doble: los problemas inmediatos que les produce su situación actual y los problemas que probablemente tengan como adultos producidos por estas carencias.
Todas estas cifras se traducen en situaciones muy concretas, que ya se vienen detectando en los últimos tres años, como son: niños que no llevan bocadillo al colegio o que ni siquiera desayunan antes de comenzar la jornada escolar, lo que dificulta su rendimiento académico; niños cuya dieta diaria se basa principalmente en pastas y arroces, no pudiendo acceder a una alimentación nutritiva diversificada en carnes, pescados y frutas, con el consiguiente riesgo de déficits alimentarios asociados; niños que viven hacinados en los hogares de sus abuelos por el retorno de sus padres al domicilio familiar; familias que se ven obligadas a compartir vivienda con personas con las que no tienen relación de parentesco o amistad previa, porque les han dejado sin casa; niños que no pueden mantener una higiene adecuada porque sus progenitores no pueden pagar el arreglo del calentador averiado; niños que comenzaron el curso sin libros, porque sus progenitores no los podían comprar todos juntos; niños que no pueden asistir a actividades extraescolares o a las excursiones de su colegio, porque su padres no pueden asumir los costes; niños que no tienen calefacción y enferman con más frecuencia; niños que no pueden acceder a servicios de salud de calidad o que sus familias no pueden adquirir los tratamientos necesarios.
Situaciones a las que podríamos añadir otras muchas, que suceden cada día de forma casi invisible, porque muchas veces las familias se mueren de vergüenza por sus carencias y precariedades, llevándoles a una lucha diaria que acaba minando todas las fortalezas y se acaban derrumbando. Situaciones dramáticas de las que sabemos mucho los trabajadores sociales, porque se repiten día tras día en nuestro contacto directo con las personas más débiles de nuestra sociedad. Sería fundamental comenzar a recopilar de forma sistemática estos datos actualmente intangibles.
Este es el triste y preocupante panorama que estamos viviendo en la sociedad española del s. XXI. También se están produciendo estas situaciones alarmantes en Menorca. Recuerdo la amargura que me produjo la explicación de una madre de tres niños durante una entrevista, en la que me decía "cuando mis hijos me piden un vaso de leche con cacao antes de irse a la cama, les cambio de tema e intento distraerles a ver si se duermen, porque hay días que no puedo comprar ni una botella de leche". Evidentemente, estos niños al día siguiente tampoco desayunarán antes de ir al colegio. Es totalmente inmoral que una madre no pueda sacar adelante a sus hijos.
En Menorca, el amplio y variado tejido asociativo (actualmente un tanto debilitado por la falta de recursos económicos y de apoyo institucional), así como el elevado grado de cohesión social y la conciencia solidaria de muchas personas anónimas, están supliendo buena parte de estas carencias, logrando que estos dramas invisibles puedan solventarse, al menos temporalmente. Se están llevando a cabo iniciativas ciudadanas de solidaridad muy importantes, pero no debemos olvidar que la obligación de luchar contra la pobreza, y especialmente contra la pobreza infantil, es de los poderes públicos. Y no puede usarse el argumento de la situación económica como excusa para eludir esta obligación contraída ante organismos internacionales.
Todos los expertos coinciden en señalar que cualquier política pública dirigida a combatir la pobreza infantil, debe pasar irremediablemente por políticas dirigidas a los niños, pero también a sus familias, pues como los expertos coinciden en señalar "no hay niños ricos en hogares pobres". Casi el 80% de la atención social de servicios públicos y de entidades sociales se dirigen a familias con hijos. Factores que afectan directamente a los progenitores como el desempleo o las carencias en su nivel formativo, tienen una incidencia directa sobre el bienestar de sus hijos.
A pesar de las promesas políticas y de las recomendaciones de las Naciones Unidas, el Estado español no ha puesto en marcha ninguna iniciativa específica dirigida a la lucha contra la pobreza infantil. Se hacen del todo necesario y urgente instaurar medidas con la dotación de recursos económicos necesarios y suficientes, especialmente en las áreas de salud, educación y servicios sociales, pues las consecuencias pueden ser irreparables.
Todas las políticas públicas que se implanten deberían tener en cuenta el impacto que pueden tener sobre el bienestar de niños, niñas y adolescentes. Pero no hemos de caer en la trampa de preocuparnos de ellos "para cuando sean mayores, porque son el futuro", sino que debemos garantizar su adecuado desarrollo aquí y ahora, como personas con necesidades especiales y con plenos derechos, para evitar su exclusión social. Además, debemos hacerlo por ellos, para ellos y con ellos.
Las políticas de lucha contra la pobreza infantil no deben depender del color político. Luchar contra la pobreza infantil no es de derechas ni de izquierdas, es una obligación de los poderes públicos en los países desarrollados. Por tanto, señores y señoras gobernantes reflexionen y actúen ya, pues están dejando a millones de niños, niñas y adolescentes en la estacada. Deben afrontar con urgencia su obligación de luchar contra los factores que sitúan a nuestra infancia en situación de riesgo de pobreza y de exclusión social.