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Xerradetes de Trepucó

Había en mi ciudad

Mahón 1-2-1984 cuesta de la Independencia, a la derecha, el urinario, a la izquierda la cuesta d’en Pujol y la escalera que conduce al puerto. - Fotografía de Javier Coll ( Archivo Margarita Caules)

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No es añoranza, no, se trata de recuerdos, siempre agradables que me agrada escribir, al igual que me complace conocer datos y anécdotas del ayer.

Aún existe la angosta y estrecha cuesta situada muy cerca del antiguo cuartel de la Guardia Civil. Repito, aún subsiste, la vía conocida como cuesta d'en Pujol , paralela a la cuesta de la Independencia a la que nuestros mayores llamaban, cuesta nueva que enlaza el puerto con la ciudad.

Casi al final de este camino se encuentra la vieja higuera borde a cuya sombra me cobijaba de regreso de La Mola. Imagínense las tres de la tarde, en los meses de verano, tras haber subido de dos en dos los escalones que se encontraban hasta es replà, donde se decidía o bien tomar la larga escalera que te conducía hasta la cuesta nueva, frente al retrete, hoy tapiado, o bien subir dos enormes escalones de piedra picada y ascender por la d'en Pujol. Hace tiempo que no voy por allí, por la sencilla razón que no me ve gens a mà.

Siendo yo una Margariteta petita, solíamos sentarnos mi padre y yo a la sombra de aquella higuera, por cierto, muy frondosa nacida en la misma pared. Con el tiempo se fue debilitando. Sería en los ochenta, la última vez que bajé, cuando observé que ya no era la misma, tan solo cuatro o cinco ramas a lo sumo. El resto estaba seco y rebordonit. Después de haber descansado y el mecánico de la motora fet un alè, va fer es sus reprendiendo la marcha, con la ansias propias de llegar a casa y refrescarnos. Tan solo subir a la cambra, mamá Teresa preparaba para los dos un vaso de agua recién sacada de la cisterna con una cucharadita de sideral, que al removerlo producía infinidad de burbujas.

De camino junto a la baranda, se ve la costa norte, la Estación Naval, la cala de la Nou Pinya, es banyer de pedra, infinidad de casetes, que antaño no existían. Cuántas cosas no se habían producido. Ya no se escucha la maquinilla del barco subiendo o bajando mercancías en la bodega del mismo. Tampoco se ven los camiones de los transportistas, Salom, Flausto; Teixidor, Doga; carros, bastaixos, taxis todos ellos coreados por los hombres de sa colla. Los talleres Manent junto al almacén del carbón, y los hermanos Taltavull trabajando en uno de los oficios más antiguos, maestros de ribera.

A lo largo del recorrido, los asiduos a baixamar, los que pescaban, y los que día tras día lanzaban al mar nanses con su correspondiente esquer. Hoy sería imposible aquella modalidad. Una vez echada al mar con su larga cuerda que se ataba en una de las muchas anillas que se encontraban a cada pas. Y a pesar de que había pobreza, no carecíamos de civismo y respecto lo que hacía que nadie se atreviera a desatarla y hacerse propia la pesca.

Mientras tanto observaba el bote, pintado de gris oscuro, propiedad de los carabineros, cuando salían de su amarre remando lentamente cap a s'altra banda. No disponían ni de día ni hora, tanto si hacía frío o calor aquellos hombres debían hacer el recorrido, en miras a sorprender algún contrabandista, que los había a cascarrells; el tabaco rubio, fajas de caucho para embellecer a las mujeres, los caliqueños, o matasanos como yo llamaba a los maltrechos puros que apestaban, tanto que en casa jamás hubo necesidad de flitar con el consabido DDT. Distintos eran los que llegaban de Italia, largos, bien envueltos, aromáticos con su sello del país de procedencia debidamente presentada en sus cajitas. Desde que Gori se mudó de casa, no había tenido la oportunidad de oler su aroma. Un domingo cualquiera al ir al diario "Menorca" para entregar sa xerradeta, encara no navegava amb s'internet, al abrir la puerta de la oficina, un reconocido aroma me invadió. Un caliqueño, efectivamente Juan Carlos Ortega Elvira, sentado tras su mesa escritorio, fumaba, uno de aquellos que me transportó a mi querido hombre, en Gori.
Aquel mismo hombre, mientras fumaba, me maravillaba con su narrativa, con su don de gentes, conduciéndote de aquí, allá, haciéndote vivir el momento que tan maravillosamente explicaba, su voz fuerte, pero agradable, seguro de cuanto decía y de no ser así, sabía rectificar.

Me lo repitió, Dios sabrá cuantas veces, que en 1895 las dos navieras que había en esta ciudad se unieron de dues en van fer una. Sus barcos eran más bien pequeños lo que hizo que llegado el nuevo siglo adquirieran el Isla de Menorca, no habían trascurrido diez años cuando compraron el "Monte Toro", el "Menorquín" y el "Ciudadela".

He recurrido a una guía de enlaces de la época y copio textualmente. Se hacían tres viajes semanales Mahón-Barcelona uno de ellos con escala en Mallorca, en el puerto de Alcudia. Mientras se contaban dos enlaces semanales con Mahón-Palma. Ciudadela-Alcudia también hacía dos viajes semanales. Mientras Ciutadella- Palma, uno.

Sin olvidarnos de la cantidad de veleros que nos unían con la Península y las escuadras españolas que jamás se olvidaron de nosotros, ni los italianos ni los americanos. Dejo este tema, es preferible no tocarlo, decantándome por el Arsenal. No me refiero al que todos vimos, no. Me traslado al de 1820 año en que se dejaron de construir grandes buques, tan solo servían para reparar o bien hacerse algún barquichuelo de poca monta. Fue treinta y ocho años después que se construyó un nuevo buque encargado por la Sociedad del Vapor Mahonés, gracias a que habían cambiado los antiguos cabrestantes por un sistema más moderno, las ruedas que permitían sacarlos y vararlos a tierra. Si no me equivoco, este sistema fue propuesto por un ingeniero inglés, don Archibald Reeny, que se había desplazado para trabajar como ingeniero de la famosa Industrial Mahonesa.

Doy como bueno mi apunte que me dice que el primer buque que estrenó aquella idea fue el vapor "Mahonés" el año 1859.
Así es, cada vez que dirijo mi mirada hacia el puerto, se me quitan las ansias de bajar, imposible hacerlo. Mucho Andrea Doria, mucho restaurante, mucha ampliación, bancos, farolas, con tanta ampliación el día menos pensado alargaremos el brazo i arribarem a s'altra banda. Pero siempre hubo un porqué que lo ha desgraciado, hasta convertirlo en lo que es, muy lejos de ser el auténtico puerto de Mahón. Para qué se invirtió tanto dinero, si ni tan siquiera podemos recibir la visita de trasatlánticos, mejor haberlo dejado tal cual ¿ no les parece ?

Si pudieran hablar los que nos antecedieron tal vez se remontarían a cuando todos esperaban poder crear una industria de reparación naval, instalando el dique de Subuic. Dique del que se empezó a pedir su instalación en 1896. Pedido, reclamado y vuelto a reclamar por el Ayuntamiento mahonés, llegando a hacer su entrada en nuestra rada el día de la Virgen del Carmen de 1901, es posible que se atribuyera a un milagro. Se esperaba tanto de él, debía dar trabajo a tanta gente. Ya no sería preciso marcharse a La Habana. Pero fue un fiasco, ni tan siquiera pudo subir el "Carlos V", ni tampoco funcionó dando entradas de dobles, poniéndose a la venta en 1906 y tampoco se vendió sino que se debió subastar, desapareciendo de s'altra banda en 1912. Mi padre que contaba cinco años, siempre lo recordó, lo vio salir acompañándolo hasta Calasfonts, en el "2 de Mayo" que así se llamaba la barquichuela de su padre, Jaime Caules Taltavull es segue.

En 1930 llegaba un nuevo dique, al que en 1982 se llevó una tramontanada. Y así escribimos la historia naval del tan afamado puerto, convertido en un fiasco, vergüenza para los menorquines al tener que coger es tepinets y marcharnos a Mallorca para limpiar fondos. Sa vergonya més grossa, mai vista.

Esto, y cuatro cosas más, es el motivo de que s'àvia Guideta no davalli a baixamar.
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margarita.caules @gmail.com

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