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¡Uf!

El círculo

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ÉL aguardaba en la Piazza Beniamino a que el Teatro de ll'Opera abriera sus puertas. Observó su entrada: Fila 2, butaca 2, "La forza del destino". Cuando la obra de Verdi hubiera acabado, ya sería tarde. Probablemente, lo era ya… Hasta ahora, en su drama particular, el orgullo resultaba, sobre el amor, neto ganador. "¿Dónde estaría ELLA?" –se preguntó angustiado mientras los primeros espectadores comenzaban a entrar en el Teatro Costanzi-. "Probablemente en Fiumicino" – musitó-. Una pareja de jóvenes enamorados se abrazaban bajo la brisa de aquella Roma estival, espléndida… Puede que fuera su imagen, o Verdi, o su letrista Piave o el título del libreto… Puede que… Devolvió su billete en taquilla, sin esperar reembolso alguno… En Fiumicino, ELLA recibió una llamada inesperada junto a la puerta de embarque…

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Había tenido suerte. EL MUCHACHO había adquirido un ticket devuelto a última hora: Fila 2, butaca 2…

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En una callejuela no muy alejada del Viale di Trastevere, MARCO observó, envejecido, su pizzería. Había decidido cerrarla. El peso de los años –el mismo peso de aquel lugar en cuya vejez residía precisamente su atractivo- y la crisis le empujaban a un adiós, que no a un "hasta luego". Podría resistir. Lo sabía. Pero, ¿para qué? PAOLA llevaba quince años muerta… La ilusión llevaba quince años muerta… No habían tenido hijos. Miró la terraza, vacía, y las pequeñas mesas con manteles a cuadros rojos y blancos y aquella dejadez que pululaba por el local y por su alma…

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LA MUCHACHA ocupó la butaca 4 de la fila 2… EL MUCHACHO, en la butaca 2, se la miró de soslayo. A la salida, un breve comentario sobre Verdi inició una curiosa reacción en cadena… Dieron un largo paseo por Cavour, por la Via dei Fori Imperiali, por la Piazza Venezia hasta que recalaron en una pequeña y vacía pizzería en el Trastevere. Lo supieron entonces… Lo sabrían siempre…

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MARCO se los quedó mirando… La imagen de la pareja, en la atronadora soledad de su terraza, le hizo revivir infinidad de noches en las que él, y la belleza doméstica de su local, habían ejercido involuntariamente de alcahueta. EL MUCHACHO y LA MUCHACHA, al abonar la cuenta, le dedicaron a MARCO una sonrisa sincera. Bromearon: él sería el primero en saberlo… "La forza del destino" –exclamó el chico-. Junto a la factura, MARCO encontró una entrada: Fila 2, butaca 2… Sin saber a ciencia cierta por qué, la guardó… "La forza" –se dijo-. La imagen de PAOLA apareció de pronto en la terraza… Decidió, de golpe, no cerrar… A la mañana siguiente compraría algunas macetas, manteles nuevos, aunque iguales a los anteriores… Renovaría su local, renovaría su actitud y se abriría a la vida, esa vida que, con aquel par de enamorados, había irrumpido de pronto en su pizzeria, cercana, muy cercana, al Viale di Trastevere… Antes de cerrar, MARCO hizo una llamada. ELLA, su hermana, debería estar ya en Fiumicino. Le preocupaba lo de su ruptura… El tono de voz con la que ELLA contestó le indicó que algo había cambiado. "Todo está bien, MARCO" –le comunicó-. "Está a mi lado. Me llamó desde el Teatro dell'Opera. En el último momento devolvió su localidad… Me telefoneó" –continuó-. "Todo está bien" –concluyó-.

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ÉL y ELLA, desde una buhardilla cercana al Ponte Mazzini, contemplaron como las tenues luces de un día que pugnaba por nacer lamían el Tiber… No muy lejos, en una pizzería, una entrada para la ópera reposaba plácidamente sobre la barra del bar: Fila 2, butaca 2, "La forza del destino"…

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