Me hizo gracia hace unos días ver a dos jóvenes con la misma camiseta por el centro de Ciutadella tirando de sus maletas. En las prendas se podía leer 'Lo que pasa en Menorca, se queda en Menorca', eslogan robado de la ciudad de Las Vegas, conocida también como "La Capital del Pecado". Al doblar la esquina, en el escaparate de una tienda veo que cuelga otra prenda en la que pone "Menorca Shore", con la misma tipografía del "reality" de la MTV rodado en Gandía y famoso por las andanzas de sus fiesteros protagonistas.
Unos días después, tras sufrir una de las peores (y más peligrosas) cenas que recuerdo en un restaurante de una urbanización turística, me encuentro con un hombre vestido con un chaleco reflectante, de rodillas en medio de la calle frente a un pub cantando a voz en grito "Human" de The Killers en un karaoke.
Por supuesto que la Isla ofrece estampas más agradables, pero ni siquiera las playas vírgenes, tan masificadas en julio y agosto, resultan apetecibles como destino. Y todo ello me lleva a pensar en el modelo turístico, eso que todo el mundo quiere definir pero que nadie sabe cómo hacerlo. Al final llego a la conclusión de que, en muchas ocasiones, quizás es mejor que lo que pasa en Menorca, se quede en Menorca, no vaya a ser que alguien lo cuente y nos espante a futuros visitantes. Corresponde a políticos sentar las bases del tipo de turismo que se quiere atraer, pero es tarea del sector esforzarse por ofrecer un servicio de calidad. Y una vez resuelto ese problema, quizás sea más fácil enfrentarse al otro gran hándicap, el de la estacionalidad.