A buen seguro que a los antiinvierno no les habrá hecho gracia que esta servidora enaltezca a la cuarta estación del año, la más larga. En honor a la verdad así es. Si a lo largo de las otras tres estaciones, por lo que fuere, estoy triste o baja en estímulos, cierro los ojos procurando transportarme en momentos vividos junto al fuego sentada sobre las rodillas de mi madre mientras me sostenía abrazándome, susurrándo cualquier cosa a mi oído. Y escucho en el silencio más profundo cuando me iba diciendo que era su niña, la más querida y adorada, que se había enamorado de mí, en aquel puesto regentado por la esposa de mi padrino, a la que llamaba tía Josefa, a partir de haber yo cumplido tres semanas, me llevaba al mercado depositándome en un cajón que preparó a modo de cuna. Parece ser que más de una iba a comprar para verme, nombrándome sa fieta des caixó.
Voy a dejar el frío para más adelante, ya llegará, todo llega y muy rápido. Por el contrario, este verano habrá sido más corto de lo deseado por los amantes del calor, de las noches largas y amaneceres esplendorosos. A sa plaça tot se ven.
Son muchas las personas que me van preguntando por mis cenas a la "fresca", que vengo celebrando fa estona. Decirles que ya llevo algunas, la más reciente hará dos semanas que nos sentamos el mismo número que el cuadro que cuelga en mi cocina, la representación de la Santa Cena. En un principio la llamé Cena Cultural, al final se quedó en cena de la amistad, compañerismo y buena voluntad. Pensaba en dar la bienvenida a una gran amiga, a mi Mercedes, la auténtica, la que nada tiene que ver con la que observamos a través de la pantalla. Sin rímel, sin maquillaje, ni tan siquiera un perfil en sus labios, esta boca preciosa que tantas cosas bonitas manifiesta sobre Menorca, es la embajadora más grande que tiene nuestra isla, en particular Mahón. Cuando uno se enamora difícil es disimular y ella no lo hace para nada, en sus programas semanales siempre, lo que se dice siempre, sale algo a resaltar, nuestras calas, los pueblos, las gentes, sus embutidos, las casas prediales, con su logrado Camí de Cavalls que conoce "amb els ulls tancats" por su gran afición al ciclismo, invitando a sus amigos de todo el mundo que los descubran, recomendándoles se paren en los talayots. Nuestros auténticos museos al aire libre. Una riqueza sin igual, a la que espero de una vez por todas se llegue a encumbrar. Así lo expresamos entre mos i glop a Simon Gornés, impulsor y luchador de toda una vida, experto arqueólogo. Mientras agradecíamos a nuestro apreciado director de "Es diari" la publicación de los yacimientos, páginas que sin pensarlo han sido coleccionadas por los lectores.
Voy a continuar escribiendo sobre Mercedes, mi amiga, la que nunca me ha fallado, a lo largo del año nuestro contacto es permanente. A Mercedes, la encandila cuantos kilómetros de superficie dispone Menorca, llevándola en su corazón, algo que aprendió de su tío, aquel que nos visitaba con su velero y la joven Mercedes desde proa o popa intentaba ir haciendo las funciones propias de un al·lot de barca, aprendiendo a amarar y hacer los nudos propios de los marineros. Los básicos. "Es de guía", "ballastrinqui" y el corredizo. Cuando debían amarrar frente a la Liga usaba el trípode o el redondo, suele añadir que antes de bajar a tierra y tomar un suculento desayuno ofrecía su cuerpo al mar bañándose y gozando de aquellos momentos de tranquilidad, y silencio, algún camión, pocos, y el corretear de los niños que veraneaban per Sa Punta y per Corea, en sus correrías competitivas de quién llegaba primero.
A media mañana tras haber repuesto fuerzas con un panecillo de Casa Senyalet, lleno de sobrasada de Casa Situs, de la calle de la Iglesia esquina con la del Rosario, "conco i neboda" subían la cuesta larga, dejando el cuartel de la Guardia Civil a la izquierda, hasta llegar al paseo de Augusto Miranda para entrar en el mercado, comprando en el Regulador montado por el que fuese futbolista, en Bou, en la carnicería Jover, la pollería de la madre de mi amiga Jero, para dejar varios carretes en casa Sturla, donde les revelarían las fotos que habían ido haciendo mientras navegaban. Compraban café de Ca'n Pota, mientras su tío tomaba el aperitivo en es Dineret, donde se encontraba con amigos de toda la vida y nuevamente hacia Baixamar, tomba, tomba por la acera de la sombra. Entre tantos recuerdos de antaño me entristece los momentos que le toca vivir, un duelo largo y difícil, avergonzándome que tengan que venir gentes de fuera para defender lo nuestro, tal cual sucede en la hostelería, apenas se observan menorquines al frente, "tot és gent de fora".
Lo que si hacemos requetebién, es xarrar derrera, sin olvidarnos de la malvada crítica, que de "açò en saben un rato llarg". Defensores acérrimos de la incultural "brutícia" que se halla en caminos vecinales, en vez de entregarlo a los respectivos puntos de recogida que el Ayuntamiento y Consell Insular han tenido a bien ir organizando. Encontrándonos montones de frigoríficos, lavadoras, televisores, lavabos, bañeras, lava frutas por bidets. Cuantos lectores me siguen recordarán que siempre lo he ido criticando a lo largo de estos treinta años de colaboraciones. Mientras ayer noche degustábamos una "bereneta" de pastas típicas hechas en casa, sin pretensiones, desde la coca con sofrito, otra con tomates al estilo Ciutadella y la de albaricoques, tras haber comido un perol de berenjenas al horno, las auténticas, ni con carne ni gambas, éstas no son menorquinas, a éstas se las inventaron con la llegada de la democracia, que tots van tornar rics. Pues bien, sentados bajo los "ullastres", al fresco del atardecer, volvimos sobre el tema que he referido más arriba, añadiendo otro que nos preocupa y mucho.
Aleluya por los que intentan lo mejor, aplausos por cuantos hacen manifestaciones defendiendo o revindicando cuanto hay por defender, y aquí viene la pregunta, ¿dónde están los defensores del puerto de Mahón y con ello incluyo todo, lo que se dice todo, sin dejarme a nadie fuera, pescadores de caña, mariscadores, homos de vorera, casetas de S'Altra Banda que en el siglo XXI no gozan de infraestructura, ni alcantarillado, ni agua corriente, ni "un cap de llamp". Jamás he visto una manifestación en nuestra ciudad recorriendo calles y plazas, vestidos de luto riguroso, por el descalabro del antiguo vivero de Ca'n Maspoch del Fonduco, que no hace mucho en una exposición londinense alguien expuso bajo el título de puerto de Mahón. Imagen tomada desde lo alto de un crucero, una de las mayores vergüenzas de los hijos de esta ciudad. Debió ser lo primero que el turista observó inmortalizándolo. Quina vergonya.
En fin, nuestra rada nada tiene que ver con lo que fue, lo que siempre se había defendido, especialmente la autoridad competente.
Entre amargos, helados artesanales al estilo italiano, la "valencianeta" se confesó adicta a nuestro puerto, felicitando la labor de los amigos del antiguo Hospital Militar, bajo el mando de Luis Alejandre, estando todos de acuerdo, desde Lluís, Eva, Pepe, "es conco des futur caixer senyor", n'Águeda, l'avi Joan, na Gràcia i na Prexèdies. No podía ser de otra manera.
Confesar que no acudí al foro para dar la bienvenida a la Reina. Hacía días que disponía de dos invitaciones, los zapatos limpios y relucientes, el vestido recién lavado y planchado por Mulero, este chico que le da a la plancha que es un primor. Me explico.
Serían los años sesenta del pasado siglo que Pablo Van-Walré, acreditado sastre que por aquel entonces vivía en el Cós de Gràcia, hizo un traje de verano a "es fielatero". Gracias a una sábana gruesa de lino, preciosa, con un tono crudo muy apropiado para ello, heredada de "ses ties fadrines". Tras dos pruebas, quedó perfecto, lo estrenó una vigilia de San Pedro para ir a la verbena del Club Marítimo de Mahón. Pasó el tiempo y apenas se lo había vuelto a poner. Al conocer la noticia de tal acontecimiento, su esposa lo sacó para que se aireara, desprendiéndose el fuerte olor a naftalina y cuál no fue su sorpresa al intentar ponérselo; siendo imposible amen del esfuerzo realizado por "l' amo Xec" y su hijo mayor. Llegando a la conclusión, o el traje se ha encogido, o el "fielatero" ha aumentado la talla. "¿Qui ho sap?".
Pidiendo disculpas a doña Sofia. Aunque bien pensado, también ella hubiera podido llegar hasta esta casa, para saludarme, no les parece. Pero, "bono què hem de fer, paciència". Otra vez será.–––
margarita.caules@gmail.com