Soy palero. O palista, como tenga a bien recogerlo el diccionario de la Real Academia Española. Vamos, que tengo un título universitario en dar por saco en la playa al ritmo del 'clac', 'clac' y el ir y venir de una bolita de un color tan chillón que daña la vista, entre otros sentidos. Me pierde retar a los amigos con las paletas, aunque la playa esté repleta, y protagonizar carreras de vértigo salpicando por doquier intentando devolver aquella bola que parece imposible. Ejercicio, lo llaman.
Las palas son el deporte rey en España. Han desbancado en el podio al fútbol, al tapeo y a la envidiable capacidad que tiene el españolito medio para hacer el ridículo. Aunque vistas algunas partidas de palas, lo del ridículo viene implícito, porque a veces el estado de forma de los deportistas deja mucho que desear o, sencillamente, roza lo grotesco. Cuenta la leyenda que hay pelotas que en mitad de un partido han sido absorbidas por un ombligo que mismamente parecía un agujero negro por el tamaño de la barriga que lo acompañaba. Y nunca más se supo.
Resulta imposible contar el número de practicantes que tienen las paletas. Hay plagas que no resultan tan molestas como los paleros que nos dejamos la vida, la integridad física y el orgullo en cada punto, emulando a Rafa Nadal ante Novak Djokovic en la final de algún Grand Slam. La presión es tanta que es inevitable que se nos escape algún grito de alegría cuando derrotamos al rival. Y algún pedete, por la tensión, claro.
Lo mejor es la cara de asco que ponen los que te rodean en la playa cuando de la maleta sacas las palas. El madrileño de turno pensando "ya tardaban en llegar las pelotitas de las narices" o el catalán resoplando "Guaita quina se l'empatollen aquests nanos, podrien anar a prendre pel sac". Y en el fondo, lo que disfrutamos viendo como rabian, que también se podría considerar un deporte que se nos da bien a los españolitos.
Lo que más atrae de disputar un duelo con las paletas es la sensación que te queda al final. Has sudado, has hecho ejercicio y por lo tanto te has ganado el derecho a rehidratarte el cuerpo con un par de cervezas isotónicas acompañadas de una ración de bravas y de calamares energéticos, evidentemente. Deportistas de élite nos llaman.
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