Considero oportuno recordar la obra artística, bien reconocida, de Francisco Hernández Carreras y de su hijo Juan Hernández Pons, como plateros y grabadores de metales.
Alguna de sus producciones se refiere puntualmente en el Museo de nuestra ciudad que lleva el nombre de sus descendientes (Hernández Sanz – Hernández Mora) y apostillar también algún rasgo de sus respectivas actividades. Sus biografías se recogen en la Enciclopedia Espasa-Calpe y sus personalidades son singularmente historiadas en una excelente monografía de Lorenzo Lafuente Vanrell ("Revista de Menorca", 1918), contando además con diversas referencias historiográficas, más allá de la Isla. No obstante, en una reciente e importante publicación menorquina dedicada a Historia del Arte en la Isla, si bien se cita al primero, no se menciona al segundo, probablemente por descuido o insuficiente documentación disponible. Además de su interés histórico-cultural, el asunto tiene para mí un valor añadido ya que se trata de mi tatarabuelo y bisabuelo paternos. Disculpen.
El auge de la orfebrería de plata y de joyas en la Isla se relaciona con la presencia inglesa y, sobre todo, con la temprana expansión económica de Menorca, respecto a Mallorca, ya desde mediados del seiscientos, reflejado en los indicadores demográficos. Señala Lafuente Vanrell que los inventarios de esponsales y herencias del siglo XVIII permiten deducir que en Menorca se producían cubiertos, llaveros de cintura con largas cadenas, medallas, cruces, botonaduras, tabaqueras y otros productos de plata. Entre los artífices sobresalió Juan Hernández, platero y grabador en metales, cincelador y repujador, quien nacido en Maó durante la primera mitad del siglo XVIII fue el tronco de una dinastía de artistas. Autor en 1774, por encargo del Ayuntamiento, del cucharón o servidor de plata, que usó como distintivo el segundo macero o mesurador del Ayuntamiento desde 1774 hasta 1851. Se trata de una pieza que aún aventaja en arte a la maza encargada y construida en Palma de Mallorca en 1642, cuyo valor artístico es muy elevado (Hernández Sanz, "Revista de Menorca", 1913. G. Sintes, "Enciclopedia de Menorca", tomo 16, 2004).
Francisco Hernández Seguí (1762-1841), nieto de aquél, fue el padre de Francisco Hernández Carreras (1794-1868), eje central de la dinastía. Éste fue también platero y grabador, discípulo en orfebrería de su padre Hernández Seguí y en grabado del maestro Antonio Riudavets. De su taller salieron muchas bellas joyas, casi todas las pilas de agua bendita repujadas y cinceladas que se conservan en Menorca (una de ellas fue expuesta en el Museo de Maó durante el Año Hernández Sanz, 1999; de mi colección particular) y la maza de plata construida en 1851 para el segundo macero del Ayuntamiento; que aunque es prácticamente repetición de la maza de 1642 es de una factura impecable; en esta obra le ayudó su hijo mayor Juan.
Francisco Hernández Carreras, "artista de corazón", a decir de Lafuente, fue el primero en Menorca que con éxito grabó camafeos y entalles en cornalina, ébano, marfil, coral y alabastro, aplicándolos a pendientes, sortijas medallones, broches, colgantes y otras joyas. Hasta entonces los camafeos se importaban de Italia, procedentes en su mayoría de Florencia (Vives Escudero, Madrid, 1916). Hernández Carreras grabó también los troqueles para las medallas conmemorativas de la proclamación de Isabel II (22 de diciembre de 1833).
Finalmente quiero señalar que tuve la oportunidad de descubrir en el Archivo Municipal de Mahón que Francisco Hernández Carreras fue accionista de la Sociedad promocionada por la "Junta de Comercio" para el Depósito de mercancías en el Puerto (1849), que era uno de los principales contribuyentes de Maó y que fue accionista también de la primera fábrica moderna de tejidos, la Industrial Mahonesa (1855), junto a su hermana Catalina que asimismo era accionista; su rostro puede contemplarse en el magnífico retrato al óleo que se exhibe en el Museo Hernández Sanz-Hernández Mora.
Como hombre de tradición y de visión de futuro, Francisco Hernández Carreras supo enseñar y transmitir sus vastos conocimientos técnicos y artísticos a su hijo Juan Hernández Pons (1830-1894), mi bisabuelo, quien superó a su padre en el arte del grabado, que hizo magistralmente sobre cornalina, ganando premios nacionales e internacionales por sus camafeos, algunos de los cuales pueden admirarse en el mismo museo. Acerca de Juan Hernández Pons escribiré próximamente.