Menuda putada. El ser humano ha metido la pata, una vez más, hasta el fondo. En su afán por devorar conocimiento de una tacada ha descubierto el animal más viejo del mundo y, con la misma eficacia que lo caracteriza, se lo ha cargado al investigarlo. Tiene guasa el asunto, o al menos a mi me lo parece, y por eso creo que debo compartir esta historia. Hacia el 2006, un grupo de investigadores descubrió un molusco bivaldo islandés que tenía pinta de estar un poco chocho. Al indagar al bicho en cuestión, al que se le puede llamar almeja Arctica Islándica, o «Ming», tal y como la bautizaron los eruditos, las cuentas no terminaron de cuadrar. En un primer recuento de anillos en su concha dataron su edad en 405 estupendas primaveras. Los investigadores, que por entonces ya habían descorchado el champán y la sidra, se ve que no sumaron bien y ahora, en un nuevo recuento, han revelado que el molusco en cuestión lleva 507 años en el planeta.
Lo curioso es que al abrirlo para saber algo más de lo que mayormente había estado haciendo el animal este rato de existencia, se lo han cargado. La almeja, el único ser vivo del planeta que nació antes que la Duquesa de Alba y que trajo alegría y felicidad al seno familiar formado por papá escopinya y mamá almeja poco después de que Cristóbal Colón descubriera América, llevaba una apacible y tranquila existencia perdida por un mar del norte hasta la llegada de los científicos marinos de la Bangor University de Gales que lo encabronaron todo.
El bicho pasó del apacible anonimato a copar las portadas más prestigiosas y freaks del panorama. El «Libro Guiness de los Récords» la incluyó entre sus registros, desbancando a la Duquesa en lo más alto. Entonces vino la fama, los excesos, las apariciones en programas televisivos, las investigaciones de su turbulento pasado -Este campo, evidentemente, a cargo de Tele 5-, donde descubrieron qué estaba haciendo la almeja en los grandes momentos de la Historia, como la Revolución Francesa en 1789, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la llegada del hombre a la Luna o el día que nació Justin Bieber, entre otros. El bivaldo abrió una cuenta oficial en Twitter que pronto alcanzó el millón de seguidores, empezó a flirtear con las drogas derivadas del plancton. En definitiva, se le fue de las manos.
Cuando su declive empezaba a ser una realidad para el mediático molusco, los investigadores decidieron abrirlo. Como el ser humano es especial y visto que tan delicioso manjar se iba a estropear, los científicos decidieron homenajearlo de la mejor manera posible. Utilizándolo para una paella. Científicamente, claro. No se iban a echar por la borda 507 deliciosos años de maceración y de historia.