Creo que la acción de la película «Los inmortales», de 1986, dirigida por Russell Mulcahy y protagonizada por Cristopher Lambert y Sean Connery, saltaba desde el siglo XVI a 1984. Trescientos años. Sin embargo hoy mismo he leído que el ser humano tiene actualmente una caducidad de unos cien años, cifra que desde luego no todos pueden alcanzar pese a que el migjorner Joan Riudavets llegara a los 113 años y que una de las mujeres más viejas del mundo viviera en Cuba y alcanzara los 126 años. También se cuenta la historia de Li Ching-Yun, que sobrevivió a 23 esposas, dejó 180 hijos y murió a la edad de 256 años. Pero podría tratarse de un error. De todos modos, Cristopher Lambert estaba mucho más joven que él, porque era inmortal. Sin embargo todos los días oigo partes de accidentes con víctimas mortales y esta semana pasada, con el ciclón Haiyan y las inundaciones de Cerdeña, ha habido un montón de víctimas mortales. El diccionario dice: mortal: que ha de morir o está sujeto a la muerte. Pienso entonces que todas las víctimas deben de ser mortales, porque todas están sujetas a la muerte.
Esta semana el tiempo nos ha castigado duramente. Hemos pasado del calor al frío, con lluvia, viento y con el consiguiente oleaje en el mar. Hasta hace poco la gente que venía a casa para hacer reparaciones me hablaba del calor. Ho és un temps que fa, eh! Lo decían por decir algo, como una fórmula amable, pese a que a mí me importaba un bledo el tiempo y lo que quería era que me arreglaran el desperfecto. Luego, de repente, una noche pasé frío tuve que levantarme a poner más ropa en la cama, y por la mañana el parte meteorológico decía que habían caído 20 litros por metro cuadrado. Pensé que debía andarme con cuidado a ver sobre qué metro cuadrado me ponía, porque 20 litros es un cubo de agua muy grande y además completamente fría. El parte seguía: rachas de viento acanalado. Calculé que si me iba a andar por el campo, que dicen que va tan bien para el corazón, tendría que parapetarme detrás de un árbol de los grandes, porque ya se sabe que quien a buen árbol se arrima... Pero el parte seguía diciendo que podía caer algún aparato eléctrico, y que no nos aproximáramos a los árboles... Bueno, si el aparato eléctrico era una batidora, todavía... ¿Pero y si se me caía encima una nevera? Por cierto que poniendo como ponía una señal de viento, unas gotas de lluvia, un sol asomando de una nube y un rayo en zigzag el parte meteorológico no podía fallar.