Bauzá se equivocó al poner a un militar al frente de Autoridad Portuaria, Los militares, salvo excepciones, están pensados para la guerra. Es su perfil. Y para el puerto de Maó se necesitaba como mínimo un diplomático. La estrategia pronto derivó hacia la lógica militar. Nos atacan, pues levantamos el puente y nos defendemos desde las altas torres del castillo. Bauzá ha rectificado y ha puesto a un hombre de la náutica, Alberto Pons, al frente de APB, y el resultado es esperanzador. El pescado fresco ha conseguido de entrada un armisticio. Desde hace años no se vivía un Consejo de Navegación tan plácido como el del viernes y no se debe al espíritu navideño. Nunca había visto a José Ignacio Seguí Chinchilla, de Iscomar y delegado de APEAM, tan contento. Un buen síntoma.
Urrutia, el anterior presidente, respetó la estructura técnica de APB, incluso aquellos que no daban buen sabor al arroz, como Ángel Matías. La nueva etapa se ha iniciado con un cambio en la estructrura. Juan Carlos Plaza, un técnico negociador, ocupa la dirección y en pocos meses ya se ha reunido con la Fiscalía de Medio Ambiente, con el Instituto Español de Oceanografía y con el GOB, para levantar los palos de los ruedas que impiden el necesario dragado del puerto. Además, ha llegado a un acuerdo con el Club Marítimo de Maó, cuyo presidente Nemesio Suárez no se hablaba con Urrutia, para que gestione por fin amarres antes del verano.
Los hombres de mar saben que la calma chicha dura poco. El pescado fuera del frío huele mal si tarda demasiado en convertirse en plato sabroso. El puerto de Maó ha generado tantas preguntas que precisa de respuestas en un breve plazo de tiempo. APB ha sido por definición una administación alejada y distante. Y la distancia, como en la canción, lleva al olvido. Esperemos que esta vez no sea así.