En el Cine-Club lidiando con «La grande bellezza», el controvertido film de Paolo Sorrentino, ganador del Oscar a la mejor película extranjera en el último certamen. Y digo lidiando, porque cuando se han leído y escuchado opiniones de peso absolutamente contrapuestas («cataplasma enfática», dijo de ella nada menos que Javier Marías) sobre una película de dos horas y media, vas ya un tanto apercibido, en guardia… ¿Y? Bueno, pues a pesar de su excesivo metraje, no dejo de sonreír con las maldades del protagonista principal, que en ningún momento parece tomarse en serio al personaje, dándole un carácter de auto parodia...
¿Enfática, engolada? Dicho lo anterior, no me da esa impresión, aunque su escepticismo radical, su poso nihilista y la edad del jove (¿llaman todavía así hoy día los jóvenes mahoneses al protagonista de una película o habrá que incluirlo en un libro de texto modalitario?), me dejan un regusto de melancolía: después de tanta palabrería y gesticulación en la vida… ¿Esto es todo lo que hay, solo la tersa hermosura de unos pechos juveniles? Y no digo que no.
VIERNES, 28
Si fuera uno de esos pétreos defensores de la legalidad constitucional que esgrimen la Carta Magna como un intimidante muro festoneado de concertinas, tan inamovible como los sagrados principios del extinto (?) Movimiento Nacional, no sé si estaría muy contento con la reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el reto, desafío, órdago, ¡golpe de Estado!… Cualquier cosa antes de llamarla la cuestión política catalana, que es lo que es. No lo estaría porque la sentencia abre el camino a la vía quebequesa, promulgada por el Tribunal Supremo de Canadá y a la que vengo apelando repetidamente como única salida razonable al desafío, reto, órdago etcétera. No se reconoce el derecho de secesión porque la soberanía reside en el conjunto del pueblo español (o canadiense), efectivamente, pero sí sugiere que el Estado tiene que dar salida política a una petición de consulta pacífica y democrática de una parte de su territorio. Luego ya vendría, si se terciara, la reforma constitucional, y las negociaciones sobre la forma de quedarse o irse. No parece tan complicado si hay voluntad política.
SÁBADO, 29
Despedimos a Leire, neuróloga competente y amiga por la vía maña. Regresa a sus lares con su compañero Borja, anestesista y también zaragozano. Y lo hacemos a la manera de allí es decir, con un aquelarre de tapas en Can Pota regadas con un buen vino de Somontano, mientras vemos bajar sa Costa de sa Plaça a Savia Corema. Leire está triste, diría que abatida, por abandonar una isla, un hábitat al que vino reticente hace cuatro años y del que se va conmovida tras una perfecta adaptación y la cosecha de un montón de amigos. Sus padres, que nos acompañan en la ceremonia báquica, también andan algo apesadumbrados teniendo como tenían muy avanzada la consecución de la ciudadanía mahonesa…
Otro aquelarre por la tarde, pero esta vez de fútbol: sufro con el Barça pero un árbitro amable acude al rescate. Del resto solo retazos mientras leo la prensa, pero este Atlético admira y asusta…
DOMINGO, 30
Termino «La niña gorda» ( Edit. Páginas de Espuma), el libro recién horneado que me envía mi buena amiga Mercedes Abad (¡cuántos y cuántos buenos e hilarantes momentos pasados en el Ateneo!), en el que nos demuestra que las personas evolucionan poco, que la infancia nos define para siempre jamás y que hay que tomárselo con filosofía. Como hace la protagonista de su novelcuento (no es novela ni cuentos más o menos hilvanados), una niña gorda a la que su madre lleva al endocrino y se convierte en una adicta a las básculas (desopilante la liberación final de su dictadura). A través de sus traumas la vamos conociendo en toda su complejidad porque a Mercedes le sobra con cuatro brochazos para explicar a sus criaturas o simplemente explicarse. Porque no hace falta ser gordo o feo o minusválido deportivo para haber experimentado todo tipo de complejos que, como esas pilas de mentirijilla duran y duran… Y marcan nuestras vidas.
MARTES, 1
En Paris con mi secretaria. Sentados en el legendario Café de Flore de la rive gauche, me acuerdo que no he avisado a mi mujer. «Tranquilo, me contesta, te irá bien, estabas un poco tenso últimamente…».
Luego me doy cuenta que es el dia d'enganar y vuelvo a llamarla: «Oye, que nos vemos en La Murada para tomar una tapita…». Idò.
MIÉRCOLES, 2
Rouco, avienta la guerra civil pero se olvida de mencionar los cuarenta años de dictadura en una ceremonia católica de Estado… ¿aconfesional?
Shakira vilipendiada en las redes por su atrevimiento de cantar en catalán…
Escucho por algún lado que el avión malayo desaparecido podría haber sido abatido para evitar otro 11-S…
Cierro los ojos y el Atlético de Madrid aún está ahí…
Me tomo un tranquimazín y me voy a la cama.