Todo empezó en las navidades de 2007. Nuestro protagonista, llamado Anoniman, volvía de un centro comercial de Tenerife. Estaba quemado. Varias horas comprando regalos y más regalos. Uno para la tía, otro para los abuelos, otro para las niñas. Aquello parecía que no terminaba nunca. Entrar en una tienda, ver, preguntar, elegir, hacer cola, pagar, recoger la bolsa. Subir a otra planta del centro comercial. Llamar al ascensor, ver que está lleno de familias sonrientes y esperar a que venga el siguiente. Entrar en otra tienda. Volver a empezar. Volver a esperar. Volver a hacer cola. Volver a pagar. «Estamos enloquecidos», pensó nuestro protagonista mientras iba al volante. Cuando llegó a casa después de varios atascos, pensó que tenía que hacer algo. Por la noche, estuvo pensando en una idea durante varias horas. ¿Qué podía hacer? Cogió el coche y se fue hasta el kilómetro 32 de la autopista norte de Tenerife. Detuvo su marcha y subió un pequeño montículo. Era el lugar ideal. Clavó varios postes verdes en el suelo y los orientó hacia la carretera. Luego extendió una malla verde de unos veinte metros de largo. Sacó de una bolsa unas letras de metal. Fue colocando una por una en el orden correcto. Después de una hora, ya tenía el mensaje completo: «No te gastes más pasta». Al día siguiente, 50.000 personas observaron el cartel desde sus vehículos. Nadie pudo pararse. Se trataba de un golpe de vista inesperado en el rutinario camino hacia el trabajo. Desde aquel momento, Anoniman ha cambiado varias veces el mensaje de la autopista: «A mi me gustan tus arrugas», «Volvería a elegirte», «¿Quién no tiene una lucha?», «No dar comida a tus fantasmas», «Hoy no voy a quejarme», «¿Cómo sabes que tienes razón?», «Tu ideal... ¿es idea tuya?», «Mantenga sus impertinencias vigiladas», «Nadie es de nadie», «El secreto es la ilusión» o «2014 Revolution of love». La página de Facebook sobre el cartel de la autopista tiene ya casi 100.000 seguidores. Muchas veces le han preguntado por su identidad. Sin embargo, Anoniman no ha querido desvelarla. «No quiero que nadie sepa quién soy porque mi objetivo es que cada cual interprete a su manera, sin saber quién es el ideólogo».
La iniciativa de Anoniman ha ayudado a miles de tinerfeños a despertarse con un mensaje creativo cuando se dirigían a su trabajo. Nadie espera encontrar un mensaje de ayuda, reflexión o apoyo en un cartel en mitad de una autopista. Precisamente, ahí radica su genialidad. Debido a lo inesperado del hallazgo, es posible que encontremos una motivación para buscar soluciones a aquellos problemas o inquietudes que nos rondan la cabeza. Cuando los tinerfeños vieron el mensaje de «mantenga sus impertinencias vigiladas», posiblemente reflexionaron sobre la actitud que tenían hacia los demás. O cuando vieron que «el secreto es la ilusión», más de uno encontró el apoyo moral para lanzarse a un nuevo proyecto. Quizás cuando una señora entrada en años vio el mensaje de «a mi me gustan tus arrugas», pensó que el envejecimiento no era el fin del mundo y se podía seguir siendo feliz a pesar de tener la cara más trabajada por los años. Es posible también que cuando un padre enfadado con su hijo adolescente viera el cartel de «¿cómo sabes que tienes razón?», se planteara si tenía sentido ser tan inflexible en la educación. Cuando un joven vio el mensaje de «volvería a elegirte», quizá se le despejaron las dudas sobre su relación sentimental. O cuando una madre angustiada por la pérdida de su trabajo viera el cartel de «¿quién no tiene una lucha?», reflexionara sobre la difícil situación de muchas familias españolas.
Lo importante de la acción de Anoniman –que, desde luego, podría imitarse en otros lugares de España- es que el mensaje cree alguna reacción en nosotros, nos haga reflexionar y descubramos un punto de vista que no habíamos contemplado hasta ese momento. Todos podemos construir nuestros propios mensajes creativos y dejarlos en los lugares más inesperados. Debajo de la almohada de tu pareja en la cama. Al lado del ratón de tu compañero de oficina. En la puerta de tu vecino de escalera. Tal vez se trate una iniciativa que debamos reconsiderar a fin de que todos, en algún momento del día, descubramos una sorpresa que nos haga sonreír. Y, de esta manera, también nos ayudaremos a nosotros pues –como dice el psicoterapeuta argentino Carlos Nessi- «lo que das de ti se convertirá en tu riqueza».