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Les coses senzilles

Dinero público

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Ya estamos otra vez con lo del dinero público, que es un asunto muy delicado. Lo de «público» quiero decir. Ya saben que un «hombre público» es un hombre famoso y en cambio una «mujer pública» es una prostituta. Me pregunto qué será el «dinero público». Dicen que el «dinero público» es el dinero que es de todos, pero la verdad es que no todos reciben la visita de este «poderoso caballero don Dinero», como decía Quevedo. Entre poderosos anda el juego, porque más bien parece que sean los poderosos los que se repartan el pastel. Debe de ser que no lo he leído bien, que el dinero público es algo que pertenece a «todos»… «los poderosos». Y sin embargo, parece que quienes lo producen son mayormente gentes humildes como los trabajadores, y que para arreglar la economía hay que meter mano a los funcionarios, los alumnos de primaria y secundaria, los universitarios, los investigadores, los dependientes, las farmacias, las librerías, los pensionistas, los trabajadores autónomos, los impuestos, el transporte, los combustibles y demás.

Cada día surgen nuevos «casos» y la gente dice que todos deberían devolver el dinero, que si «todos» lo devolvieran otro gallo nos cantará. Sí, es cierto, esto más que una monarquía parece una república bananera, que debe de ser otra forma de república. Pero aun parece que los grandes nombres, los grandes desfalcos, permanecen en la sombra; es como aquello de la mierda, que vale más no menearla, porque hiede. Algunas entidades que quebraron se llevaron por delante miles de millones de euros. No voy a decir nombres, tal vez por eso, porque más vale no menealla pero hay quienes hablan de miles de millones de euros, pero muchos miles de millones, lo que hace quedar a algunos de esos «casos» sonados como si de aprendices se tratara. ¿Qué haría usted con «muchos miles de millones» de euros? Yo seguiría trabajando, je, je… Lo cierto es que la gente está desencantada de la política, esquilmada por los cuatro costados, soliviantada, ya no cree en nada y con razón. Lo que pasa es que la gente, por fortuna, tiene hoy un índice de cultura más alto que el que solía tenerse antaño, cuando incluso abundaban los analfabetos, y se da cuenta de las cosas. Ya dicen que la mejor arma contra la explotación es la cultura, quizá por eso se invierte aquí tan poco en educación. También dicen que robar por robar hay que hacerlo a lo grande, que por una estafa multimillonaria todos te admiran y por robar una gallina te meten en la cárcel.

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