El puño y la rosa, los símbolos del Partido Socialista Obrero Español, no encajan bien con el logotipo de una ropa de gama alta como el cocodrilo de Lacoste. O dicho de otra manera, los discursos de justicia social, redistribución de la riqueza o lucha de clases chirrían cuando en la pechera se lleva el famoso reptil francés o las dos letras 'g' entrelazadas de Gucci.
Y si no que se lo digan al diputado socialista por Baleares, Pablo Martín, quien compareció en rueda de prensa para criticar la reforma fiscal del Gobierno, por beneficiar a las rentas altas, con un polo de esos a los que muchos de sus posibles votantes solo se pueden acercar en rebajas, dejando que el lagarto primero les huela y evitar así un mordisco.
De inmediato el mensaje del diputado perdió toda credibilidad, lectores inmisericordes lanzaron sus ataques en las ediciones digitales de los diarios, llamándole 'marquista', pidiendo el voto para el PP -gaviotas y cocodrilos sí son especies compatibles en el imaginario colectivo-, o para esa piedra en el zapato de los socialistas que se llama Podemos. Ese sí que nos representa, decía un opinador, supongo que porque Pablo Iglesias ha declarado que compra su ropa en el Alcampo. No entraremos ahora a cuestionar el origen y fabricación de esas prendas, ese es otro debate; y ay de su novia, Tania Sánchez, si siendo de IU nos luce un bolso Louis Vuitton, aunque sea del top manta, en su próxima visita a Maó. Está claro que a la izquierda no se le perdonan según que gustos o comodidades, parece que para ser creíbles no deben hacer ostentación de nada, sino desempolvar la famosa chaqueta de pana con olor a antipolillas. Y lo que es evidente es que un logo vale más que mil palabras y que en los tiempos que corren el público escruta a los políticos para que cada gesto, cada acción, encaje con sus palabras.
Tal vez por eso Vicenç Tur eligió ayer para hablar de impuestos una camisa blanca, inmaculada, y sin marcas a la vista.