Cuando las antiguas tendencias separatistas cogen fuerza, avivadas por la caótica situación que atravesamos, volvemos a celebrar la Fiesta Nacional, con el tradicional desfile de las Fuerzas Armadas. Puede que no todos celebren esa fiesta, porque la cohesión se resquebraja gravemente (exceptuando la que proporciona imaginar un enemigo común), la conflictividad se encona, y mucha gente cansada de convivir y del mal rollo, sueña con el divorcio. Es una situación que no ha caído del cielo, pues se ha ido fraguando diariamente y alimentando sin que fuésemos demasiado conscientes de ello, ocupados como estábamos en menesteres más lucrativos. Creímos en una democracia sin esfuerzo. Y tanta singularidad, acaba perjudicando la pluralidad. Bonito sueño, desde luego, sentirnos unidos por encima de nuestras diferencias.
Catalán versus español. En el lenguaje ya se ve la ruptura. O cuando hablamos de Europa como si Europa fuesen otros. «Estamos» en Europa o «somos» Europa. Cuando el cabreo se desmadra, provoca destrozos importantes. Y hay motivos para estarlo, pero sin contenerlo y encauzarlo hacia fines positivos, empeorará las cosas.
Felipe VI ha subido al trono en medio de tormentas sociales y políticas descomunales. La sociedad se transforma dramáticamente y la metamorfosis hace que, más de uno, se deje la piel por el camino. Si no afrontamos los problemas reales, unidos y con voluntad de acuerdo, perdemos todos.