Dios ha sido más generoso con algunos lugares que con otros. Menorca recibió sin duda más que Lanzarote... si obviamos el clima. Y esto ultimo según se mire. Mi amigo Bep Cavaller, por ejemplo -y como él, imagino, muchos otros- me comentaba la necesidad también del frío, de los cambios estacionales, para vivir. La monotonía climática, aunque benigna, puede llegar a ser ciertamente empalagosa. Y volviendo al tema que nos ocupa quería exponer que nuestra Isla es esplendorosa, blanca, verde y azul, en cambio Lanzarote parece un lagarto marrón, de lava volcánica, tendido al sol, sin árboles, con callaos y hondonadas pedregosas, en fin, sólo el clima, una dádiva divina para paliar seguramente su aridez. Claro que, como hemos visto, todo es subjetivo y debe haber quien considere a la isla marrón más atractiva que la de colores menorquina.
Si nos desprendemos de las preferencias, de los gustos, diferentes como son todos, lo cierto es que tanto en Lanzarote como en Menorca como en cualquier otro lugar, el hombre siempre pone la mano para ensalzar la naturaleza. Es decir, cuando tocamos, retocamos, sumamos o restamos la orografía convergen Dios y el hombre. Diríamos que ambos tienden a darse la mano en beneficio del paisaje... si bien en numerosas ocasiones lamentablemente no coinciden. Para que me entiendan de manera clara: cuando construyeron aquel monstruoso hotel en Cala Galdana se dieron la mano el hombre y el demonio, porque Dios se abstuvo...
Es complicado poner la mano en la esencia de la belleza menorquina con miras a ensalzarla. En cambio debió de ser más viable para César Manrique -un artista, originario del mismo Lanzarote-, ponerla en la de la lava, para alcanzar la de Dios. Y lo consiguió. Tanto es así que cuando una persona recorre la isla abre la boca, perpleja, al advertir tantos rincones inigualables que no hubiera distinguido sin la ayuda del esteta. En Menorca el visitante abre la boca de admiración sin más, sin necesidad de intervenciones artísticas. ¿Qué se puede idear para enaltecer Macarella? Nada, dejarla como está. Pero otros espacios, otras zonas, son mejorables...
La patrona de Lanzarote es Nuestra Señora de los Volcanes y como César Manrique (q.e.p.d) era gay y además había socorrido a la isla supuestamente más que la Virgen, los isleños le llamaban con cariño... nuestra señora de los volcanes.
Ojala nosotros tuviéramos uno como él, aunque le apodáramos nuestra señora de Monte Toro.
Saldría beneficiada la Isla.
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