A este escribidor de sousprefecture le basta con asistir cada día al show del informativo de las 21 (de TV1, la menos aparatosa) para tener al completo su melancólica capacidad de pesimismo; desde el año 82, en que voté al cambio felipista, no he vuelto ni volveré a hacerlo, y tampoco lo haría en otro país europeo.
Cenando en casa ajena, mientras discurría el telediario, un chico de unos 13 años (la edad del reciente homicida barcelonés) pregunta : «¿Es que no hay nadie al mando en nuestro planeta?». Sí, muchacho : el planeta está hoy al servicio de esta divinidad inmanente y atea que es la voluntad del poder a través del dinero.
En nuestros años izquierdistas ( con perdón) se decía «Dios ha muerto y Marx no se encuentra nada bien»... ; lo que cabía añadir es y era que el hombre es un ser antropológicamente inmutable, y que con esos mimbres es imposible hacer un cesto humano.
Hume, el filósofo e historiador escocés, ya en el 1700 escribía : «Solamente el ansia de adquirir bienes y posesiones (riqueza y fama) para nosotros y nuestros amigos más cercanos resulta insaciable, perpetua, universal y directamente destructora de la sociedad. Apenas si existe una persona que no esté movida por esta pasión, y no hay nadie que no tenga razones para temerla cuando actúa sin restricciones y da rienda suelta a sus primeros y más naturales movimientos.» («Tratado de la naturaleza humana», Tecnos).