El lenguaje de los políticos siempre me ha parecido fascinante. Es de una fantasía exuberante, a la que contribuimos demasiado a menudo los que nos expresamos en los medios de comunicación. Es algo muy manido, pero la verdad es que siempre me sorprendió lo del «aparato». «El aparato del PSOE». Podría ser cualquier cosa, menos lo que es, ciertamente. Por «aparato» los bien intencionados podrían entender lo que en tiempos se llamó el «rodillo» socialista y luego el «rodillo» del PP. «Rodillo» es otra palabrita chocante. «Rodillo» podría ser, puestos a elucubrar, el masculino de «rodilla», porque en eso de la política debe de haber más de un rodillazo traidor en salva sea la parte. «Rodillo» podría ser también ese sugestivo utensilio de cocina que sirve para aplanar la masa, a la hora de hacer pastas o pasteles. Por eso, a veces, los periodistas suelen aclarar: «el rodillo pastelero». De donde en política lo que cuenta es el «pastel», y todos quieren tener su buen pedazo de pastel y no recibir pastelazos en plena cara (o jeta). Pero lo de «aparato» no se me antoja el masculino de «aparata». «Aparata» no viene en el diccionario, de modo que esto de «aparato» debe de ser algo muy macho, algo que puede pertenecer a la «Casta» y que «Podemos» usar durante algunos años y luego ya no es ni de usar y tirar.
No sé, por otro lado, si el «aparato» podría ser una palanca, u otro resorte mecánico, para realizar «el cambio del cambio», o el «cambiazo», que ésa es otra. Parece, cuando se habla del «cambio del cambio», que se trata de un puesto de cambio de euros por libras esterlinas, de modo que siempre vamos a perder con el «cambio», igual que perdimos con la llegada del euro. Si al menos esto fuera Catalunya tendríamos lo del «dret a decidir» que es lo que Rajoy dice que nunca se va a aplicar, igual que solía decir que las pensiones ni tocarlas, como si fuera lo de los huevos y el colesterol.
Así están las cosas. Por no hablar del «paquete de medidas socio-económicas». Menudo «paquete» se nos antoja ese. Y es que entre el «paquete», el «aparato», el «cambio» y Catalunya todo parece un chiste malo. Eso sin echar mano de la «infraestructura» de rotondas y aeropuertos fantasmas. «Infraestructura» es que lo que hay «infra» es decir, debajo. Porque todo acaba por ahí abajo, como la lluvia, que siempre va a parar a lo más bajo, es decir, al pueblo bajo, al españolito de a pie, al que paga los impuestos con su trabajo, si es que no está en el paro.