Por fin el señor Rajoy y su equipo se han enterado de lo dañina que es la corrupción para cualquier gobierno. Por fin se han enterado de que la corrupción en España no es cosa de un caso puntual, pongamos de un alcalde que se ha echado al monte abandonando el aprisco de la decencia. Por fin se han enterado que cuando la población vive las penurias de una dura y larguísima crisis (más de siete años de vacas flacas) asfixiados por una altísima presión fiscal, con recortes de todo tipo, congelación de sus salarios y otras mermas, la descarada y vergonzante corrupción impacta con extraordinaria dureza en la maltrecha paciencia de la sufrida ciudadanía que asiste atónita a interminables procesos judiciales de los corruptos con casos que llevan años y más años en fase sumarial, con sumarios que coleccionan miles de folios que llegan a conformar voluminosos tomos. Luego no sorprende aquello de que algunas cosas hayan prescrito o que se ha cometido un error procesal que anula la más que segura condena de quien se enriqueció obscenamente con el dinero ajeno.
El personal se da cuenta como se dio cuenta Antonio Gala cuando nos ha dejado escrito y publicado: «La política para muchos es una fuente de ingresos disfrazada de patriotismo». Señores políticos, más fuerte se puede decir pero no más claro.
¡Hombre no, señor Rajoy! No es que los medios, los periódicos, la TV, se estén cebando en presentarnos cada dos por tres un caso de corrupción para que usted pierda las elecciones, es que cada dos por tres se descubre un nuevo caso de corrupción, que no es lo mismo. Fíjese cuando usted estaba prácticamente culpando a los medios de su hecatombe electoral por tratar tan machaconamente la corrupción, dos nuevos casos de presunta corrupción estallaron junto a sus palabras, el primero en la autonomía valenciana al caloret de la cara dura han aparecido regalos de cacerías, rifles, joyas y jamones. Y en Madrid, otras dos personas han sido fulminantemente defenestradas de sus puestos. Además el ciudadano ya sabe que la corrupción germina en torno a los políticos al caloret del dinero abundante y fácil de trasegar desde las arcas de quien recibe los favores del político a la insaciable buchaca del político que se deja corromper. Ambos dos, el que corrompe y el que se corrompe, se forran a costa de los de siempre.
Que la corrupción afecta a todos los partidos políticos, no seré yo quien le diga que no, pues todo aquel que ha tenido al alcance de la mano el manejo del dinero ajeno en el tránsito de la España democrática, puede haber estado tentado para corromperse, pero son ya un ejército los que se han dejado corromper ayudados por empresarios sin escrúpulos y por políticos sinvergüenzas de los que piensan que las mordidas millonarias forman parte de su abnegado paso por la política. Pero lo malo de la corrupción generalizada es que hasta hoy ningún gobierno ha sido beligerante mostrando a las claras a la ciudadanía no estar dispuesto a consentir ni un corrupto más. Fíjese, incluso algunos imputados por corrupción han figurado en listas electorales y eso es tanto como una burla al ciudadano. Y luego esa falta de personalidad del y tú más que no es otra cosa que pretender justificar los pecados propios con los pecados ajenos, como si eso fuera posible. Y de esa farsa el personal está más que harto.