Si usted siente una dilatación de pupilasque permitirá una mayor entrada de luz en la oscuridad, losmúsculos tensadospara reaccionar con mayor velocidad y fuerza, un aumento de la frecuencia respiratoria y cardiacapara mejorar la oxigenación y aportar mayor flujo de sangre al cerebro y al resto de los órganos vitales, una de dos, o usted está sufriendo una situación de estrés en la que teme por su vida, o está usted teniendo un orgasmo. Según sostienen neurólogos como Robert Sapollsky, de la Universidad de Stanford, desde el punto de vista fisiológico es imposible distinguir si se está a punto de morir por un riesgo inminente, o por el contrario se está a punto de sentir un placer intenso.
Queda demostrado científicamente que la línea que separa el amor del odio es muy delgada. Nuestro cuerpo y nuestra mente reaccionan de forma idéntica para defenderse y para gozar. Por lo tanto, lo contrario del amor no puede ser nunca el odio, lo contrario del amor, queridos lectores, es la indiferencia.
Yo no creo, por ejemplo, que este gobierno que padecemos odie a los 13 millones de personas que están en riesgo de exclusión social, ni a los millones de parados, ni a los miles de desahuciados, ni a las personas con discapacidad, simplemente le son indiferentes, les ignora, lo que en lenguaje coloquial viene a ser un «paso de ellos como de comer mierda». Cierto es que no desde el punto de vista formal, hablarán de ellos con tono compungido cuando les ponga un micrófono delante o se acerquen elecciones, pero el resto del tiempo les verán como una amalgama de cifras, una especie de magma prescindible y poco útil.
Al mismo tiempo, y aunque parezca paradójico, todos los poderosos buscan el amor de la gente. Buscan el reconocimiento, dejar huella, que les quieran. En la película «Ciudadano Kane», queda clara esta idea, Charles Foster Kane es un millonario magnate, que teniéndolo todo, muere solo en su mansión pronunciando la palabra Rosebud mientras una bola de nieve se le cae de las manos y se rompe. Rosebud era el trineo que tenia Kane cuando era pequeño y muy pobre, y curiosamente la única etapa de su vida en la que fue feliz porque contaba con el amor de su madre. El resto de su vida la paso acumulando dinero y poder para conseguir de nuevo el amor, pero nunca lo obtuvo.
La mayoría de los llamados grandes hombres de Estado, buscan el amor, incluso de los que han estado despreciando e ignorando de forma sistemática. Es alucinante ver como se ponen un lazo rosa en la solapa el día de lucha contra el cáncer de mama, y ese mismo día por la tarde firman la orden de recortarle otros milloncitos a la sanidad. Y son esas acciones las que hacen que muchos pasen de los políticos, pero lo malo es que por más que uno quiera pasar de ellos sus decisiones influyen directamente en nosotros. En temas como el de los enfermos de hepatitis C, y la decisión de facilitarles, o no, un medicamento, marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
Esto nos lleva a la conclusión de que el primer paso para aumentar el ritmo cardiaco de los poderosos, para salir de la indiferencia a la que nos quieren condenar, es hacernos odiosos para ellos. Si nos hacemos dignos de su odio dejaremos de ser invisibles, nos meteremos en su agenda, en su cabeza, en sus noches de insomnio, y a partir de ahí podremos trabajar para ganar el respeto y recuperar la dignidad. Lo de que nos amen ya no sé si apetece tanto, da un poco de repelús.
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