Al parecer cuando salimos del vientre materno y absorbemos la primera bocanada de aire, nos imprimen unas propiedades según la posición astral en aquel preciso instante. De este modo, con el primer llanto, nos censan, nos inscriben en el libro de registros,... pasamos a ser ciudadanos del Universo.
Las personas nacidas en una determinada franja temporal poseen por consiguiente similares atributos y en consecuencia entre ellas un grado fraternal. Sin embargo difícilmente vislumbraremos que son tocayas. Y es que estas propiedades innatas se desdoblan en las más variadas direcciones, distanciándose, a causa de factores psicológicos, físicos, genéticos, etc. No hay una persona del mismo signo igual a otra. Todas son disparejas. Si acaso, conociéndolas de por vida, es viable desvelar su raíz astral. Y, aún así, fácilmente erraremos.
Un símil válido para la comprensión esquemática del horóscopo puede ser la similitud entre los ciudadanos de un mismo país. Todos los españoles tenemos idéntica idiosincrasia por haber nacido bajo el mismo signo, no zodiacal, sino hispano. Un distintivo diferente, por ejemplo, al de los suecos. Pero... ¿a quién se asemeja el rey de España?, ¿a un payés menorquín o al rey de Suecia? Sin duda al monarca sueco... Y sin embargo la semejanza subyace inequívocamente en la sombra del campesino. Ambos han absorbido leche roja y gualda de la misma teta, estableciendo su consanguinidad.
El signo zodiacal está encubierto por infinidad de capas mundanales. No obstante late ininterrumpidamente en nuestro interior lo mismo que nuestro corazón. Es la parte natural, inherente, de las que conforman el sentimiento. Las otras, paso a paso, a medida que crecemos, se adhieren, conformando en definitiva la ndividualidad.
Es incluso lógico que esta ficción sea cierta. Porque quien nos ha concedido un cuerpo y una mente nos ha proporcionado igualmente la simiente del sentimiento: el disco duro, nuestra naturaleza, concebido a su manera, estratosfericamente.
Recibí la semana anterior un correo electrónico en el que se me indicaba que la temática del horóscopo lindaba lo inverosímil. Y sin duda es así. Pero, precisamente, por imposible es cierta. Porque cualquier tesis de esta magnitud debe ser necesariamente inverosímil. Si fuera verosímil no se podría cotejar con las universales, no podría ser cierta. ¿No ven que todo cuanto nos rodea es increíble? Un árbol, una nube, el mar... Nosotros mismos lo somos. No hay más que observar la ingeniería de nuestro cuerpo.
Finalmente, debo recalcar que el horóscopo presagia suerte o infortunio al signo, no a la persona. No confundamos. Las mareas astrales son solo incidencias menores, revertidas en general por los flujos terrenales, mucho más pujantes. Nos rocían, pero no son determinantes.
Los astros van rotando.
Nosotros vamos también cambiando.