Cantan en la zarzuela «La Montería»: «Hay que ver, hay que ver, las cosas que hace un siglo llevaba la mujer…». Cada vez llevaban menos ropa, mostraban más superficie corporal y con la misma tela, salían dos vestidos. Y eso que en el tema de la moda, todavía no habíamos visto nada. La sociedad occidental dejaba de ser puritana e intransigente, para hacerse cada vez más lúdica y excitante. Del burka al tanga hay un largo trecho que refleja enormes diferencias culturales, políticas y sociológicas. En Menorca decimos: «Si vivim, coses veurem…». Un reconocimiento de las sorpresas que da la vida, la vista y la casi inagotable creatividad humana. La sorpresa es una reacción instintiva que tiene su cara y su cruz. Puede ser agradable como encontrarse a un amigo, o desagradable como una emboscada. A veces comentamos: ya no me sorprende nada. Pero deberíamos sorprendernos de todo, pues es el primer paso de la sabiduría.
No conviene confundir los deseos con la realidad, porque los deseos son una parte de la realidad, pero no toda, y por eso nos frustramos. Porque deseamos. Cada uno es capaz de soportar la frustración en mayor o menor grado. Hoy vemos lo difícil que es gobernar sin una mayoría absoluta y sin renunciar a los principios, creencias o valores que deberíamos tener interiorizados. Ellos orientan nuestra conducta y nos impiden ser como una veleta.
Las elecciones nos han salido rana y habrá que repetirlas. Vivir para ver.