Dicen que no hay dos, sin tres. Y no es desacertado, no, si el asunto de marras es esencial. El tema emprendido semanas atrás referente a los signos zodiacales concierne precisamente a este aforismo. Es plausible sin duda un tercer capítulo por su presunta implicación mediática en el contexto del ser humano.
Si en los dos artículos literarios anteriores los analicé originalmente en éste me propongo examinar su ensamblaje con las otras dos potencias concurrentes, en el pedestal donde se asienta la persona, que no es otro que el sentimiento.
Puntualicemos ante todo que a éste lo conforman tres fuerzas.
La primera, la galáctica, la que nos ocupa, lo provee de un decálogo, común, en el que están grabadas sus leyes. En sus vericuetos se contemplan el bien y el mal, lo apropiado y lo inapropiado, etc. La Iglesia lo simplifica en diez mandamientos mientras otros los reducen a seis, otros a tres y otros a ninguno. Además de estas propiedades fijas, endosa asimismo otras, personalizadas, relacionadas con las fluctuaciones astrales que observa el horóscopo.
La segunda fuerza emana del cuerpo y es variable. Un hombre, de niño a viejo, sentirá siempre como animal macho, no obstante, en su metamorfosis, lo hará consecutivamente de distinta manera.
La tercera está equipada con el subconsciente y el inconsciente, y engrosa de continuo su bagaje por medio de los sentidos, por lo que también es versátil.
Por otra parte el consciente es el conductor de este trípode que denominamos sentimiento. Y su objetivo prioritario no puede ser otro que el de optimizarlo. La manifiesta superioridad del sentimiento sobre la subjetiva racionalidad del pensamiento para observar lo incognoscible es palmaria. No puede haber dudas en la elección. Evidentemente es mejor sentirse bien y pasar por un iluso que tener una visión inteligente del entorno con emociones ambiguas...El sentimiento es el pan nuestro de cada día y la inteligencia, si se distancia del sentimiento, un jamón, una entelequia.
El sentimiento es síntesis y expresión de lo físico, lo psíquico y lo metafísico en la persona. Un mejunje prácticamente indisoluble, donde la fuerza universal está sólidamente trenzada con las otras dos.
Y es lamentable que pueda ser ignorada, incluso denostada, por la docta psicología y por ende, la psiquiatría. Ninguna duda me cabe que a la hora de querer restablecer un mal puede resultar de una ayuda inestimable, incluso concluyente. Se deben computar las injerencias astrales del paciente, lo mismo que se supervisa la edad o el sexo a la hora de tantear una diagnosis. Ciertamente el experto puede diferenciar la bolsa psicológica de la vinculada a su naturaleza,...pero al existir una conexión tácita entre ambas en ningún caso se puede obviar.
Por consiguiente es de libro de texto –y nunca mejor dicho- impostar en la carrera de psicología un anexo que trate el estudio de los signos zodiacales, para poder desmembrar las propiedades universales del paciente de las desventuradas, terrenales, en aras, claro está, de identificar con la máxima pulcritud el origen de la minusvalía.
Sentimentología.
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