La fotógrafa turca Nilüfer Demir es la autora de la estremecedora imagen que no queremos ver ni mirar. Es la del cuerpo -frágil, pequeño, inerte- de un niño de tres años, Aylan Kurdi (Kobane, Siria;2012 - Turquía, 2 de septiembre de 2015) que el mar devolvió y depositó, sin vida ni aliento, sobre la arena de la playa de Ali Hoca Burnu, en una zona turística de Turquía.
Instintivamente, desviamos la mirada, porque nos golpea la foto de este niño cuyo familia intentó huir del horror de la guerra, cuando el Estado Islámico volvió a atacar Kobane, la ciudad donde había nacido. En la secuencia primero aparece el cuerpo de Aylan -camiseta roja diminuta y pantalón azul- con la cara hundida en la arena y acariciada por las olas del mar que lo mató.
Después, un agente de la policía turca lo recoge y se lo lleva.
Fundido en negro. Tristeza infinita, impotencia, vergüenza para los 28 países de la Unión Europea, entre los que hallamos los más ricos del mundo en PIB pero pobres en afectos, sentimientos y solidaridad con los emigrantes.
El bote hinchable en el que partieron desde la península de Bodrum hacia la isla de Kos (Grecia) nunca llegó a su destino. Su hundimiento provocó la muerte de Aylan;su hermano Galib, de 5 años;su madre, Rihan Kurdi, de 35, y un joven de 18. Solo dos salvaron la vida, uno de ellos, Abdulá, padre de la familia Kurdi, quien afirmó: «fue correcto publicar esta foto, aunque yo no sea capaz de verla».
Escandalizó, y aún hoy golpea conciencias, la imagen que no queremos ver, símbolo mundial de la tragedia de los refugiados, hoy convertida en masacre. Porque, como asevera Màrius Carol, director de La Vanguardia, ante una fotografía como esta, la gente no puede mirar a otro lado. Tampoco podemos aceptar el acuerdo entre la UE y Turquía para devolver a este país los refugiados que llegan desde el Egeo. Aylan nos devuelve la mirada.