No nos gusta vivir en la duda permanente. La duda causa malestar. Por eso hacemos todo lo posible para salir de ella y alcanzar la certeza, aunque sea escuchimizada o de andar por casa. También hay certezas terribles. La necesidad de certeza hace que afirmemos cualquier cosa. No hace falta ser muy listo para estar convencido de algo. Algunos están confusos, perdidos, sin un gobierno todavía. ¿Hacia dónde queremos ir? Otros se preguntan cosas que no consiguen responder sin que les surjan más preguntas. ¿Por qué hay gente inmensamente guapa y otros tan poco agraciados? Es injusto. La desigualdad clama al cielo. El atractivo tiene muchas ventajas sociales. Para contentar al pueblo se podría pagar cirugía estética gratuita, obligar a los más atractivos a ir cubiertos o, en un futuro no tan utópico, mediante manipulación genética, conseguir que todos seamos guapísimos y guapísimas. A veces, podemos dar rienda suelta a la imaginación y soñar despiertos. Solo las consideraciones éticas nos paran los pies (y no siempre). Aspiramos a satisfacer deseos y necesidades, pero no siempre estamos dispuestos a pagar el precio inevitable para conseguirlo.
Afrontar problemas complejos mediante soluciones sencillas. Ganar mucho sin apenas esfuerzo. Actuar sin aceptar las consecuencias de nuestros actos. Gastar mucho, ahorrar poco. Tirar por la borda la herencia recibida. La falta de educación… nos acabaremos arrepintiendo. No lo duden.