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Vía libre

Mario Conde, II parte

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Con su pelo engominado peinado hacia atrás, fue icono ochentero y noventero de la cultura del pelotazo, pertenecía a la jet, amarraba yate en Punta Portals y fue a dar con sus posaderas en la cárcel por delitos de estafa y apropiación indebida en las causas de Argentia Trust y Banesto. En este último banco el agujero fue multimillonario y parece ser que parte de esos fondos desaparecidos y nunca recuperados estuvieron en barbecho, en uno de esos sitios a los que van las huchas-cerdito de los que no quieren que papá Estado sepa que hacen con sus ahorrillos -o con los ahorrillos de los demás-, y que desde luego no están por la labor de aportar su contribución solidaria a la sociedad en forma de impuestos.

En esas estábamos, con Don Mario reciclado a la sombra, reconvertido en escritor, volviendo al ruedo de las tertulias y los platós después de cumplir condena, con escarcha en el pelo engominado, que diría Sabina, pero sin soltar prenda de dónde estaba el dinerito; de lo que se llevó del Banesto, convenientemente engordado en el extranjero, saldrían los más de trece millones de euros que ahora habría intentado repatriar a España y por lo que ayer volvió a ser detenido.

Afortunadamente, y a pesar de esa cultura de la trampa en la que parecemos instalados, donde el más caradura es el más jaleado, la Fiscalía Anticorrupción ha actuado. Presunción de inocencia, sí claro, hay que respetarla para todos, pero no se entiende cómo personajes así pueden reinventarse, ir de víctimas, volver a acaparar entrevistas como si nada hubiera pasado, dar lecciones de negocios e incluso fundar partidos, cuando lo que todos deberíamos exigirles es la devolución de hasta el último céntimo 'desaparecido'. Seguro que así se reduciría parte del déficit.

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