Claro que existen «motivos personales y familiares» -y emocionales- en las dimisiones de Maria Sellarès y Santiago Florit que ayer anunciaron las Athos, Porthos y Aramis del gobierno tripartito del Consell.
Motivos que deben ser respetados, porque, como señaló la presidenta de la primera institución menorquina, a pocos días del ecuador de su mandato -en julio de 2017 debe ser sustituida por Susana Mora-, un cargo político «no es un trabajo, es una opción de vida, que implica una labor muy exigente, absorbente y sin horarios».
Quienes desean dedicarse a la función pública y quieren ser concejal, conseller, diputado, alcalde o presidente del Consell lo hacen por decisión propia. Nadie les obliga. Forman parte de una candidatura al aceptar la propuesta de una formación política y saben que, caso de ser elegidos, tienen un compromiso de cuatro años. A diferencia de Susana Díaz y Soraya Sáenz de Santamaría, que han sabido conciliar la maternidad con la actividad pública, Maria Sellarès ha optado por la dimisión.
Hay motivos personales y familiares en estas dos renuncias, pero no solo estas razones. Pesan otras causas y circunstancias, de naturaleza y contenido político. Porque las contradicciones de Santiago Florit, experto en afirmar una cosa y decir lo contrario -ecotasa, Cesgarden, Norma Territorial, alquiler turístico y aparcamiento de Cala en Turqueta- le habían llevado a la soledad en la sede de la plaza de la Biosfera. El PSOE no podía demorar más su relevo. Opta por Miquel Company, que ya promociona para el 2019 como candidato socialista al Senado.
El fugaz paso de Maria Sellarès, de bajo perfil político, por el gobierno del Consell ha sido cubierto por el experimentado David Vidal en la promoción turística y por Maite Salord, que seguirá gestionando esta área.