Pasen y vean. El espectáculo va a continuar. Seguirá el circo mediático y quedaremos estupefactos, boquiabiertos, patidifusos, atónitos… por crédulos, cándidos, racionalistas e ingenuos. Con un poco de suerte no tendremos que volver a las urnas, fum, fum, fum. Voten y voten y vuelvan a votar, que con este cachondeo no se puede gobernar. Mientras el panorama se pone cada vez peor, aquí no hay prisa. La coyuntura desastrosa en otros lares nos favorece en aspectos turístico-económicos provisionales. No es que cambien pirámides por talayots, pero la gente busca uno de los bienes más apreciados en los tiempos que corren: la tranquilidad. Buscamos destinos considerados seguros e idílicos, aunque no podamos garantizar del todo que no surja ningún imprevisto.
Los imprevistos son típicos de todas las épocas históricas. Nadie imagina que va a caer un imperio, que empezará una guerra, que habrá un terremoto, que se hundirá la bolsa (o el Titanic), que se fundirán los polos… si juntamos el Brexit con la posible victoria de Trump, las ansias expansionistas de Putin, el terrorismo yihadista, los separatismos y frentismos, los neonazis xenófobos, los populismos simplificadores-maniqueístas… ¿quién se atreve a hacer pronósticos? Ni siquiera sabemos quién ganará la liga.
Por eso la mayoría volverá al trabajo, pensará que puede controlar el futuro, estarán convencidos de que los suyos son los mejores… y echarán la quiniela.