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Con derecho a réplica

Viejas preguntas para los nuevos dioses

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Hay que tener cuidado con febrero. Es un mes que, por sus propias características, invita a meterse para dentro. Para dentro de los hogares y para dentro de uno mismo. La climatología no ayuda, y uno tiende a envolverse en manta y a pegarse a la estufa esperando a los rayos de sol. Cierto es que el cine nos vende cierta imagen bucólica con el fuego de la chimenea encendido, una música cálida de fondo, las gotas de lluvia repicando contra un enorme ventanal, y alguien en una cómoda butaca leyendo un libro mientras saborea una taza de té. Pero la vida no es una peli, y la mayoría de casas no tiene chimenea.

Ese viaje de introspección puede ser más o menos intenso dependiendo de si nos cuesta sacar nuestros sentimientos, o por si al contrario somos más extrovertidos. Ni mejor, ni peor, son maneras de ser, maneras de estar, maneras de sentir, «Maneras de vivir», cantaba Rosendo.

En este clima invernal es fácil que nos vengan a la cabeza preguntas filosóficas sobre nosotros mismos. Podríamos pensar, queridos lectores, que lo lógico sería preguntar a la persona que mejor nos conoce para obtener alguna respuesta, la persona que conoce nuestras filias y fobias, nuestros deseos y manías, pero no nos engañemos, pocos lo hacen. Porque quien mejor nos conoce a todos no es nuestra pareja, amigos, hermanos, ni tan quiera la madre que nos ha parido, quien mejor nos conoce desde el último lunar y hasta nuestra frecuencia cardiaca es Google, el último dios inventado por los hombres.

Sabe donde viajamos y con quien lo hacemos. Conoce nuestros hobbies, el dinero que ganamos o si buscamos curro. Conoce nuestras series favoritas, nuestro historial médico, el nombre de los miembros de nuestra familia, lo que tardamos de casa al trabajo, o del aeropuerto a casa de un amigo. Conoce hasta los pasos que andamos cada día. A través de Google Maps, Google Play, Gmail, YouTube, y un larguísimo etc., el dios Google lo sabe todo de nosotros.

De hecho a algunas religiones les cuesta llenar sus centros de culto, pero son minoría los que se escapan de la dependencia de su Smartphone. Le preguntamos a Google absolutamente todo, algunas de las cuestiones más frecuentes en el buscador son: ¿cómo ser feliz?, ¿qué hacer si estás aburrido?, ¿cómo puedo hacer para conseguir el amor?, ¿cómo ser millonario?, Le preguntamos qué hacer en una tarde de lluvia, o le pedimos que nos ponga música para animarnos. Ya son pocos los que llaman a la abuela para pedirle la receta de una tarta casera, la mayoría le pregunta a Google.

Ha surgido un movimiento de vuelta a lo retro, al zapatofono de tapa que no nos pide los datos y que sirve solo para el uso que pensó Graham Bell cuando inventó el teléfono, llamar y recibir llamadas. Entre quienes han optado por los dispositivos obsoletos figuran celebridades como Scarlett Johansson y Rihanna, la editora de «Vogue» Anna Wintour, o el rokero Iggy Pop. Puede que su movimiento sea muy loable, pero les auguro la misma suerte que tuvo el Ludismo, un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo XIX, que protestaron contra las nuevas máquinas que destruían el empleo. Ya ven donde estamos, en un mundo que tiembla si falla el Wifi.

Es imposible escapar del tiempo en que uno vive. Lo que sí estaría bien es soltar la manta, ponerse el abrigo y dar un paseo con algún amigo. Eso sí, dejando el móvil en casa para que Google no tenga ni puñetera idea de a donde hemos ido. Feliz jueves.

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