La distancia entre Barcelona y Andorra es de unos 198 Km, aproximadamente tres horas de viaje en automóvil. Lo digo porque una vez hice ese trayecto en autocar, con escritores y periodistas, y tenía detrás a una insigne escritora, Isabel Clara Simó, Premio de Honor de las Letras Catalanas entre otros merecimientos, que no paró de hablar un solo minuto. Su interlocutor era un periodista del diario de Eivissa, pero la verdad es que él no decía gran cosa. Repetía, eso sí, como un leitmotiv, algo que creo que era aquiescencia a todo lo que la escritora decía: "Sí, sí, no, no, clar clar…". Hay gente que es habladora de por sí, y hay gente que no dice ni mu. Creo que yo me encuentro entre estos últimos. Confieso que soy tímido, que me cuesta ponerme a hablar, que debo de resultar antipático y que desde luego me parece absurdo hablar por hablar. Esto tiene sus inconvenientes, puesto que dicen que entre nosotros los libros se venden a base de presentaciones y charlas públicas, algo que a mí poco menos que me aterroriza, i així va vestit en Magí. Pero también tiene sus ventajas. El que habla mucho no puede pararse a escuchar, y la verdad es que más de la mitad del vocabulario que tengo lo he aprendido escuchando. Aprendí de mi madre y de mis mayores muchas palabras y expresiones del catalán de Menorca, luego aprendí castellano escuchando a los curas en el colegio, aprendí francés escuchando al Mesié–monsieur-, un profesor que teníamos que solía hacer las clases en francés, luego aprendí inglés escuchando a los ingleses que venían a la Isla y para los demás idiomas es muy conveniente escuchar la radio, ahora que puede seguirse por internet.
Pero hay algo más, ayer oí por la radio que hay gente que no sabe decir que no, que no siempre conviene decir que sí, pero que uno no puede hacerse rico diciendo que no. Claro, pensé, decir siempre que sí te lleva a situaciones muy comprometidas, puedes encontrarte esforzándote en cien campos diversos que no dominas precisamente porque no has sabido negarte, pero luego pones de tu parte lo que haya que poner, superas la prueba y abres un nuevo camino que nunca habrías emprendido diciendo que no. Eso tiene muchos riesgos, porque tienes que saber caerte y levantarte, saber decir no ha sido nada, saber volver a embestir. El que siempre dice que no se queda inmóvil en su parcela, que el tiempo se encarga de volver cada vez más estrecha. Como diría mi madre: «No es mou des beabà», que es un silabario de lo más básico.