Ante imágenes como los pavorosos incendios forestales que asolan estos días la Península, en Portugal trágicos por la pérdida de vidas humanas y en Doñana, poniendo en jaque una de las zonas naturales más importantes de Europa, tomamos conciencia de la importancia de mantener los bosques, de cuidarlos y de cómo la voracidad de las llamas -generalmente provocadas, sin castigos suficientemente ejemplares como para que estos desastres dejen de repetirse-, destruye lo que tantos años tarda en crecer y dar vida. Todo árbol es importante, pero en determinados casos, como las obras viarias, hay que elegir: o construyes la carretera e intentas minimizar el impacto, o te quedas con el camino y entonces seguiríamos yendo en carretas.
El actual equipo de gobierno del Consell recibe estos días en pequeña dosis parte de la misma medicina que aplicó, cuando era oposición, a los anteriores responsables de carreteras y movilidad del PP, a cuenta de las obras en el acceso de El Pilar. Se libra una batalla en las redes sociales por el número exacto de encinas que han sido suprimidas y cuáles se van a salvar, y hay un baile de cifras que se aleja de la versión oficial. No se debe menospreciar la crítica en esta cuestión, porque la misma exigencia debe existir para todos los que gobiernan y quien hace bandera de la protección debe ser consecuente. Sin embargo es necesario el equilibrio, que en todo lo que concierne a la Me-1 hace tiempo que se ha perdido. Con trece mil coches circulando a diario por la carretera que vertebra la isla, solo en mayo, urge la adecuación de la vía para darle mayor seguridad y eso exige valentía de una vez por todas para ejecutar la obra. Salvando el arbolado que sea posible, explicando con claridad la actuación en este punto y dejando ya las exageraciones.