Mola conservar cierto grado de ingenuidad, y pensar que hay ideales puros que nunca se mancillaran. Sin embargo, por noble que les parezca una idea, por loable que sea alguna iniciativa, por identificados que se sientan con cualquier movimiento altruista, no olviden que, tarde o temprano, alguien hará un negocio muy lucrativo con todo eso. Van a hacer negocio de todos y con todo. Sin límites, sin cortapisas, sin intervencionismos. Todo puede ser trasformado en pasta, en money, billetes, cuartos, guita, parné, plata. Todo se compra, todo se vende, todo se trasforma para que la rueda del consumo loco y salvaje no pare.
Da lo mismo si su referente es el Che Guevara o el papa Francisco, o incluso si les tiene a los dos a la vez. El merchandasing que hay alrededor de ambos personajes está a la altura del que genera la saga de «La guerra de las galaxias». Que nadie se ofenda ya de entrada, que estamos con la piel muy sensible, no estoy comparando al Che con Chewaka, ni al papa con Obi-Wan Kenovi. Pero los que están claro es que tanto de la fe, como la de revolución, se ha hecho un inmenso negocio que genera millones de beneficio.
Puede encontrar la cara del Che, o del papa, en tazas de café, llaveros, camisetas, gorros, zapatillas de andar por casa, pijamas, mecheros, abanicos, figuritas de porcelana, cojines, ambientadores para coche… cojan aire que seguimos, platos, cucharitas, carcasas de móvil, pen drivers, que se ya usan poco pero se siguen vendiendo, ceniceros, que mal gusto aplastarle cigarritos en la cara, relojes, pulseras, bufandas, pósters, banderitas, y como no los siempre socorridos imanes de nevera. Piense en un objeto, por inútil y estrafalario que sea, lo tiene… bien, pues seguro que ya existe con la cara de uno de ellos. Da igual la fe, o las ideas marxistas, cuando se trata de hacer caja, no hay principios que valgan. Los economistas Milton Friedman y Friedrich von Hayek tiene que estar flipándolo desde sus tumbas, viendo como su neoliberalismo, que por cierto empezó en Suiza, donde si no, está ganando por goleada.
Y como la ola ya es imparable, porque de boquilla todos somos muy guays y muy reivindicativos, pero como nos toquen la conexión a internet o los gigas del móvil mordemos, debemos navegar entre siniestras aguas, e intentar sobrevivir en tan hostil contexto.
Si los turistas que visitan nuestra Menorca se llevan gorros mejicanos, importándoles un carajo que Ciudad Juárez esté a más de 9000 kilómetros de Maó, todo es posible en el mundo souvenir. Cualquier día alguien inventará el taco de sobrasada, o la pomada con tequila, y se forrará. Desde aquí ya le digo que exigiré mi comisión en los beneficios, la cosa esta muy malita, y yo tengo las manías típicas de mucha gente, como comer, pagar el alquiler, la luz, el agua, los estudios de mis hijos, y esas cosas.
Y no, no es una ida de pelota, motivada por este calor pegajoso que hace que me suden hasta las gafas. Que por otro lado nunca hay que descartar, piensen, queridos lectores, que doy la cara, y suelto mi rollo, cada semana por un sueldo que si lo multiplicáramos por diez seguiría sin darme para una cervecita en algún chiringuito de nuestra costa. Y que no me importaría nada que algún sponsor se lo curre y me patrocine los 3500 caracteres. Eso sí, que se abstengan bancos, monarquías, eléctricas, multinacionales, y partidos políticos en general, que una cosa es querer ganar un dinerito y otra forrarse engañando, o explotando, a los demás. Feliz, lucrativo o no, jueves.