La soledad, queridos lectores, va camino de ser un pandemia y de matar más que la obesidad. Hay miles de tratamientos, planes, campañas, etc. para combatir la obesidad, pero ni una sola para combatir la soledad. A ambos, al obeso y al solitario, se les estigmatiza como inútiles, porque si estás gordo es porque comes mucho y no tienes fuerza de voluntad, y si estás solito es porque eres un maldito bicho raro que no sabe adaptarse. Con lo fácil que es conectarte con el mundo entero a través de tu Smartphone, y de paso instalarte un podómetro que te ayude a bajar tus capas de tejido adiposo. Así somos de buena gente, solidarios y empáticos. Nos estamos ganando una parcelita en el cielo, si la encontramos a buen precio, ya saben que las religiones cobran por todo, hasta por nuestra almas.
El psiquiatra y psicólogo John Cacioppo, director del Centro Cognitivo de Neurociencia Social de la Universidad de Chicago, señala que la soledad aumenta los riesgos físicos, psíquicos o psicosociales incluyendo depresión, pensamientos suicidas, comportamientos agresivos o ansiedad. Ya lo ven, la soledad es letal una cosa mala, así que se la debe combatir como sea. Y les aseguro que los contactos en Facebook, por más que te mande un feliz cumpleaños cuando les aparece la alerta en su pantalla, no son tus amigos. Así que cuando Facebook dice aquello de que «tienes dos solicitudes nuevas de amista», deberíamos contestarle ¡y una mierda tan grande como la fortuna de Mark Zuckerberg!
Encontramos en una esquina del cuadrilátero a la depresión con todo su equipo, la fatiga, el ánimo irritable, la perdida de placer, el sentimiento de inutilidad, las ideas repetitivas de muerte y suicidio. Viene muy bien equipada la jodida. Y en la otra esquina del cuadrilátero la ansiedad acompañada de su taquicardia, su agobio, su sensación constante de peligro, su susceptibilidad, y un largo etc. Según el doctor Salvador Ros, presidente de la Asociación española de Psiquiatría Privada, cerca del 40 por ciento de la población española padecerá ansiedad o depresión. Y afirma que estas enfermedades han crecido por culpa de la crisis económica y laboral. Que levanten ahora la mano los listos que decían que los recortes no mataban. Amigo mío, cada euro que se le ha quitado a sanidad, educación y servicios sociales, ha sido poner una diana en la cabeza de muchas personas. Terrorismo de guante blanco. Los que se llevan la pasta para sus orgías y sus vinos gran reserva, y se la quitan a los más necesitados, son criminales sí o sí. Pero claro, cuesta tanto ver la causa efecto, y son criminales tan bien vestidos y tan bien perfumados, que así seguimos con carita de bobos a verlas venir.
Nos hinchan a Prozac, Trankimazin, o Diazepan, para combatir la depresión y la ansiedad, y de paso inflar la cuenta bancaria de los accionistas de las farmacéuticas a los que les gusta jugar al golf en clubes muy exclusivos.
Sociedad enfermita, sociedad despistada. Les va de lujo tenernos aislados, sedados, o como mínimo distraídos con sus cortinas de humo. Mientras se habla de las ramas, nadie mueve las raíces, el poder es muy listo. Y nosotros, como dice el tuitero Sr. Caronte, somos «un país que confunde sentimientos con opiniones, justicia con venganza, y a Robert de Niro con Al Pacino», de ahí que nos hagamos estos líos monumentales. Sin embargo, mientras distingamos entre la cerveza y la Cruzcampo, y lo podamos hacer acompañados, habrá esperanza. Feliz jueves.