Buscaba racionalidad, esa gran cualidad humana, pero resultaba complicado hallarla entre tanta visceralidad desbordada. La posverdad se había expandido como la pólvora y poco importaba la realidad plural e inabarcable, cuando lo que se buscaba, por encima de todo, era la rendición incondicional y facilona frente al impacto emotivo del mensaje. Cada vez más gente con pantalones largos se comportaba como un niño malcriado, propenso a la rabieta cuando le contradicen.
Buscaba felicidad. Pero había miles de ofertas de caminos equivocados y senderos engañosos que bajo atractiva etiqueta, intentaban vender productos perjudiciales para sus compradores.
Pensó que su felicidad, después de todo, residía en la familia y unos pocos amigos. Ver crecer a los nietos, por ejemplo, valía mucho más para él que toda la fama, el poder o la riqueza de este mundo.
Buscaba justicia como aspiración. Una justicia cuya realidad distaba de ser perfecta, pero que tal como la conocía, era su único asidero contra la barbarie, el caos y las imposiciones.
Buscaba la verdad. Una verdad que no se encuentra si no se ama. Quien se acostumbra a la mentira queda atrapado entre sus redes y no consigue liberarse jamás del engaño y la falsificación que lo envuelven hasta cegarlo. La verdad quiere que vayamos a su encuentro con humildad y alegría.
Después de tanto buscar, pensó que sería mejor ir a buscar setas, aunque se dijo a sí mismo que había llovido poco.