Helada me he quedado, mi móvil murió (en referencia a la columna anterior). Y helada me he quedado después de ver «Frozen». No la vi cuando se estrenó. Y empecé a descubrir esta película de Disney en un cumpleaños al presenciar una actuación de unas animadoras vestidas de Frozen y Anna. Cómo puede ser que exista tanto merchandising alrededor de estas hermanas huérfanas. Y que haya espectáculos alimentando aún más la larga vida de esta película. Pero si es ¡espantosa!. Me explico. Dos niñas juegan entre ellas. Y Frozen, la mayor de las hermanas, en un principio parece tener un don especial: todo lo que toca se convierte en hielo. Sin ánimo de querer hacer daño, hiere a su hermana Anna, y los padres deciden encerrarla en su habitación porque no sabe controlar ese supuesto don, que los padres lo ven como maldición. En esas Anna, como es normal todos los días va a llamar a la puerta de la habitación de su hermana, para que salga a jugar con ella. Y Frozen arrepentida por ese incidente no sale de sus aposentos. En esas sus padres se embarcan en un viaje y la tempestad los mata. Sigue pasando los años y Anna sigue en las mismas, sin tener éxito de que su hermana rompa con el pasado. Hasta que Frozen cumple la mayoría de edad, tiempo que debe desempeñar una responsabilidad importante, reinar.
Me quedo espantada cuando esta mujercita rubia, Frozen, sale de su cuarto teniendo una relación fría como el témpano con su hermana, entendible porque no han tenido relación alguna. Pero lo que me asombra es su madurez, cuando debería tener una personalidad desequilibrada, pues no ha salido de esta habitación en años. Y aquel incidente de niñas, sus padres nunca le ayudaron a entender lo que le pasaba, y si tenía solución, o si tenían que pedir ayuda profesional. No incluyen a su hermana pequeña en el supuesto problema, todo lo contrario la aíslan y las dividen. Teniendo un trato, una relación muy diferente como hermanas por parte de sus padres. Las dos se quedan sin referentes a corta edad. Lo mejor del film, cuando Anna, ya mujer, vuelve a recaer (el corazón se le está helando que no la cabeza, cuando era pequeña y los trolls pudieron ayudarla), y solo la puede salvar un beso de amor verdadero. ¡Y no será Olaf! -el muñeco de nieve- mucho más amoroso que su hermana. Olaf que en una escena donde resguarda a Anna del malvado, le enciende la chimenea y le dice «por ti vale la pena derretirse» o algo así, si eso no es amor verdadero. Respeto que haya personas que les guste esta película, quizás no pongan tantas miras como lo hago yo, pero como madre y persona amante de la educación con amor, me espantan estas hermanas, pues es una pena no cuidar y dar valor a la educación emocional y a la educación en lo positivo que nos hace crecer y nos da herramientas para luchar contra todo lo malo que nos rodea.