La Luisa era una mujer de pueblo que se fue a la capital, pero nunca olvidó sus raíces profundas del sur. La Luisa tenía la sabiduría propia de las personas que tienen las manos llenas de callos de varear olivos y ásperas de usar la lejía, la sabiduría que solo poseen los que se han criado con los pies dentro de la tierra. La Luisa afirmaba que lo bueno no podía durar siempre, que no se podía vivir siempre en la risa, que todas las fiestas se acaban, y que la música deja de sonar porque la orquesta necesita descansar.
Y uno se enfadaba con la Luisa cuando afirmaba que el dolor siempre estaba a la vuelta de la esquina, y que después de días de alegría vendría la tristeza llamando a las puertas. Y uno joven, ingenuo, y arrogante le gritaba a la Luisa: «Mamá no seas tan pesimista». Porque pensaba que todo era cuestión de actitud, cuestión de mirar a los ojos del presente para decirle que, por más que muerda, habrá un futuro, cuestión de tirar palante como los campeones, que para eso se había atiborrado a comer huevos duros.
Pero lo cierto es que la Luisa, sin tener ni puñetera idea de lo que era el Eros y el Tánatos, sin tener ni puñetera idea de quién era Freud, o de qué carajo hablaba cuando decía aquello de la pulsión de la vida y la pulsión de la muerte, sabía que el placer, en muchas ocasiones, era sencillamente la ausencia de dolor, y que para ella que toda su familia estuviera sana era sinónimo de felicidad. Y lo que le faltaba al hijo joven par entender la vida eran callos en las manos.
Y por esos atajos afectivos, y extraños, que tiene la mente me he acordado también de que si había algo que daba placer a la Luisa era el chocolate, golosa como ella sola. Y he relacionado los recuerdos de una madre con la noticia de que el cacao, planta base de la producción de chocolate, se extinguirá hacia el año 2050. Ya ven, queridos lectores, no hay como dejar a la mente sin riendas para que nos lleve por terrenos caprichosos.
Pues el hecho es que la investigación realizada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos demuestra que las temperaturas subirán y las sequías se volverán más frecuentes en los próximos 30 años, jodido cambio climático y malditos sean los culpables, es un problema mundial que ya está matando gente, personas pobres obviamente. La planta del cacao se ve especialmente afectada, ya que es una especie frágil que solo crece en zonas donde las temperaturas y la humedad se mantienen constantes durante todo el año. De hecho, la mitad de las exportaciones del mundo provienen de Ghana y Costa de Marfil. Y si la Luisa estuviera viva se tomaría este desgraciado hecho, como una evidencia más de que ella tenía razón. Ni el chocolate, fruto de placeres que algunos asemejan al sexo, es para siempre. Sin el chocolate la vida será, sin duda, más agria.
Porque la Luisa no era pesimista, era una mujer golosa que sabía que en la vida los malos y los buenos momentos se suceden, y que por lo que pueda pasar había que saborear cada onza de chocolate con deleite y sin comerse demasiado el coco. Dar las cosas por hechas, o pensar que algo es inmutable y eterno, es un tremendo error.
Ya ven, he juntado a la Luisa y al chocolate, como ella hacía con el dolor y el placer, y me ha salido este artículo, espero que ni demasiado amargo, ni demasiado dulce. Les deseo, con toda la intensidad de un buen chocolate negro, que tengan un feliz jueves, y que escuchen a las Luisas de sus vidas, hay tanto que aprender de ellas.