Los trampantojos son una manera divertida de disfrutar de la comida. Cuando a los ojos uno ve un Tigretón, bollo industrial de bizcocho enrollado con mermelada y crema, muy consumido en mí infancia, y en realidad se está comiendo un pan con morcilla y queso fundido, la sonrisa se escapa, y se acepta el juego del ilusionista, en este caso el cocinero. El trampantojo es una deliciosa trampa con la que engañamos a la vista para hacerle creer lo que en realidad no es, Cuantas veces no hemos utilizado el trampantojo casero para camuflarles a nuestros hijos algún alimento que ellos no querían comer. Por cierto, no hace mucho me compré una Pantera Rosa, bollo hermano del Tigretón, fue en un ataque de nostalgia infantil, bastó el primer mordisco para entender que tampoco debemos idealizar la infancia, y la adolescencia, como las mejores etapas de la vida, aquello era realmente incomible. Y que no se queje el fabricante por mi opinión, que ya le he hecho publicidad gratuita hablando de productos que levantan urticaria en cualquier nutricionista.
EL ILUSIONISMO se basa en desviar nuestra atención del punto donde realmente ocurre la acción. El mago utiliza con destreza sus habilidades, y nos lleva donde él quiere, despistándonos hacia lo que creemos importante, mientras él realiza el truco y surge la magia. Y al igual que con el trampantojo lo mejor es dejarse llevar y disfrutar el momento. Las personas muy rígidas, muy controladoras, disfrutan poco con el ilusionismo, y se estresan más que un camaleón en una tienda de Desigual, intentando descubrir el truco, o los ingredientes sorpresa del plato. Otro anuncio gratis, estoy en racha.
Dejarse engañar para el goce, y con fines meramente recreativos, debería ser obligatorio. Es terapéutico pasar un rato retorciendo la realidad para gozarla desde otro punto de vista. El problema surge, queridos lectores, cuando el fin del engaño es perverso y peligroso. Cuando nos sueltan, los amigos de la manipulación, sus absurdos globos sondas para que estemos entretenidos hablando de la chorrada, mientras ellos mueven los hilos de lo esencial.
Y llama la atención, que con la cantidad de personas que hay incapaces de dejarse llevar por la magia del ilusionista, sí que se tragan sin rechistar la manipulación mediática y partidista de cualquier vocero del poder, los trileros de la magia que no mola. No le ponen ni el más mínimo matiz y se lanzan al barro de cabeza, con la pasión del vikingo que sabe que comerá, beberá y disfrutará de placeres carnales cuando muera en batalla y se vaya al Valhalla. Si a esos globos sonda les cuelgas una banderita la orgía pasional de bobadas por minuto se dispara ad infinitum.
A ESTAS ALTURAS del artículo algún lector pensará que estoy en charla vacua de generalidades, y no me mojo concretando algún caso que yo crea realmente chorra y que sin embargo ocupa portadas y trending topic en medios y redes sociales. Venga va, Marta Sánchez, que vive y paga impuestos en Miami, engolando la voz para cantar el himno de España con una letra patética, que parece compuesta en cinco minutos por Leonardo Dantés, me parece uno de ellos. No citaré ninguno más, que cada cual piense los suyos. Ya saben, más que de sobra, que me sacan de la pelea contra el poder, cualquier poder, y casi todo me parece banal. No somos referente, ni ejemplo de nada, y menos mal, esas prepotencias se las dejamos a otros. Desde Menorca, les deseo un feliz jueves a todos, sin trampa ni cartón.