Durante más de 3.000 años ha sido un icono de la prehistoria y también una imagen asociada al paisaje rural de Menorca. Sa Naveta des Tudons es el símbolo de la cultura de los megalitos, las grandes piedras, cuyo monumento privativo en la balear menor es la enigmática taula, con funcionalidad al mismo tiempo arquitectónica y de un culto vinculado a los dioses de la naturaleza.
Esta naveta singular, con leyendas antiguas que la vinculan al pou de Ses Angoixes, es una construcción funeraria que pertenece al Bronce Medio-Bronce Final, construida, según las dataciones de los investigadores, entre los años 1.400 y 1.000 antes de Cristo.
Los menorquines nos sentimos orgullosos del patrimonio que atesora la geografía insular, inmenso y riquísimo museo al aire libre, estudiado por Joan Ramis, autor de la primera obra sobre arqueología publicada en España de la que se cumplen este año dos siglos Emile Cartailhac, Miss Murray, Joan Flaquer, Mascaró Pasarius, María Luisa Serra, el padre Cristóbal Veny, Pere de Palol, Manuel Fernández Miranda y otras insignes figuras, todos ellos desaparecidos.
Estos investigadores se remueven en sus tumbas por el eco, que retumba como un cañonazo, de la vandálica agresión a nuestra Naveta des Tudons. 80 piedras que pierden su pátina de 3.000 años de historia, dañada por la mala fe y el incivismo de unos desalmados que habrían actuado en otros yacimientos del poniente menorquín. Más allá del elevado coste económico, del impacto mediático -este suceso ha merecido hueco en la escaleta del Telediario de TVE- y del rechazo ciudadano, nos hallamos ante una escalada por la pérdida de principios de quienes han protagonizado actos de este calibre. Más allá del reproche penal que se han ganado, los autores transmiten un mensaje de desprecio a los valores de la sociedad y la cultura. Estas fechorías no pueden quedar impunes.