Sr. Rajoy he de confesar que nunca creí que usted me iba a hacer caso tan aquí te pillo aquí te mato. Yo le decía que se acordase usted de Santa Pola, pero tampoco era que el asunto fuera una cuestión de vida o muerte, y va usted, y me hace tanto caso que incluso ha renunciado al acta de diputado, credencial que le justifica su longevidad en la política y además ejerciendo mando siempre, que ahí lo ha sido todo, incluso últimamente ha sido expulsado del oficio de presidente. Eso, salvadas sean todas las distancias, me recuerda la anécdota del torero Juan Belmonte, cuando en una reunión mundana a un filósofo de moda presente en aquel evento, le dio por filosofar y le arreó al sevillano la siguiente andanada: «maestro, usted lo ha sido todo en el mundo del toro ya solo le queda morir en la plaza», a lo que el torero contestó: «se hará lo que se pueda». Lamentablemente, y lo digo solamente para los que sientan curiosidad por conocer el final de Juan Belmonte, les diré que con 80 años se subió a su caballo para dar una última vuelta por su cortijo, y debajo de una encina se mató pegándose un tiro. Hacía muy pocos días que su amigo Ernest Hemingway había hecho lo mismo.
A usted don Mariano ya solo le quedaba en el oficio político ser el primer presidente de la democracia al que una moción de censura de otro político con tan solo 84 diputados, le echara de su despacho y por ende de su oficio. Se lo repito, con solo 84 diputados Sr. Rajoy. Dese cuenta de los votos que le faltaban al candidato para poderlo echar a usted. Quizá esa ha sido la mejor manera para que se diera cuenta cabalmente cuánta gente y de que variados signos políticos estaban de usted y su gobierno hasta el gorro, por no querer usar yo una terminología más abrupta. Nada Sr. Rajoy, ahora a lo suyo como registrador de la propiedad en Santa Pola ¡hombre! Que quiera que le diga, aquello Madrid no es, ni su casa va a ser como La Moncloa, pero ya verá que buena está la gamba roja cuando doña Elvira le apañe una bandeja a la plancha. Mire, yo las he encontrado a principios de junio a 35 euros el kg, oros días a 40, pero ya le digo, gamba roja del Mediterráneo, vecino de ese mar de Tabarca, que no estén excesivamente hechas, porque como se resequen perderá usted la moción de censura gastronómica, y quien las haga no se vuelva loco, unas gotas de limón es suficiente, y luego un vino blanco con apellidos.
Eso de volver a sus orígenes ya verá usted que tiene sus encantos. Enfúndese por las mañanas su chándal y salga correr por la zona que dicen de don Santiago Bernabéu, claro que tengo yo prisa en decírselo, los paseos junto al mar en Santa Pola para usted pueden ser un suplicio o no, como diría usted, porque le sobrevolarán docenas de gaviotas graznando como avisando de que están allí, y eso puede ser un consuelo o un tormento, vamos a ver si me comprende. Después del ejercicio, la ducha y directo a la terracita que más le guste, por ejemplo una que está en la plaza del mercadillo, que le pondrán un pa amb tomàquet, y para dentro de unos días, ya más adaptado, podría convidar a doña Angela Merkel. Eso sí don Mariano, no ceda usted, la gamba roja a la plancha pide un vino blanco fresquito con su punto de aguja, se lo digo porque lo mismo doña Angela le da por la jarra de cerveza y eso sí que es una razón de estado. Al Sr. Rufián le puede usted invitar a un arròs negre que también lo hacen cojonudo y que va más con el personaje. Vamos a ver si usted me comprende.