La izquierda anda desenterrando huesos, mientras que la derecha se pelea por el liderazgo tras haber sido noqueada por sorpresa. Fijamos la vista en el pasado o nos miramos a nosotros mismos, porque no tenemos ni idea sobre qué hacer con el futuro. Si no sabes qué camino tomar frente a una realidad que te supera, intenta centrar la lábil atención del personal en otra cosa. La cuestión es armar gresca para entretener, a falta de una política seria, ilusionante y rigurosa, que no esté basada en sueños preñados de odio ni en burdos engaños para incautos. Si en la Constitución leemos que «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia» (art. 56), vamos a atacar por ahí con toda la artillería mediática y digital disponible. En el fondo, es una cuestión de símbolos. Los anticonstitucionales tienen los suyos. Se mitifica la república para atacar a la monarquía parlamentaria. Pero existen repúblicas totalitarias y hereditarias. Por ejemplo, en Corea del Norte. Después de Venezuela, ahora Nicaragua se desangra. No importa si la tiranía es de derechas o de izquierdas. Importa la falta de libertad y derechos humanos. La empatía con los que sufren y lloran. Se suceden las masacres ante la impotencia de la comunidad internacional.
Trump parece un robot manejado por Putin. Cuando la guerra comercial deja de ser un asunto comercial, suele acabar en guerra a secas. Los fabricantes de armas se frotan las manos.