Una de las performances que dedico a los visitantes del ullastre es ponerme a mojar dolces (azucarillos para los no iniciados) en agua fresquita y zampármelas con expresión concentrada, como si comulgara con la paz interior que nos confería a los niños aquel mágico sacramento. Algunos se atreven a participar en el prodigioso evento y fingen relamerse de gusto pero percibo su rictus de empalago: la verdad es que el rito de la dolça solo es para quien se lo ha trabajado de pequeño...
Arrecian la discusiones sobre los buses lanzadera a lugares virginales de las isla versus libre acceso de coches como «toda la vida». Es curioso cómo se dividen las opiniones entre progres conservacionistas/reguladores en nombre de la Biosfera, y los conservadores/ ultraliberales que no quieren impuestos ni regulaciones, en nombre de la libertad y el progreso («¿Quién me va decir a mí las copas que puedo tomar antes de conducir?», Aznar dixit). En fin, un lío, que diría Rajoy. Veremos a final de la temporada cómo ha ido una iniciativa política (proteger lugares emblemáticos de la presión automovilística) tan controvertida como el de la regulación de los alquileres turísticos, medida mucho más discutible y que sí puede tener incidencia directa en los balances de fin de temporada.
Ses anelles d'Alcaufar es como una estación de baños a la antigua usanza. Allí nos encontramos año tras año los mismos bañistas de siempre. Era el lugar preferido de mi padre y lo es de mi hermano, a mí me gusta más diversificar. Al remontar la cuestecita después de una exhibición de crowl, me encuentro con el escritor universal Cees Nooteboom con quien hacía años no coincidía. Hablamos ¡cómo no! de lecturas y de amigos comunes. Está en buena forma pese a sus ochenta y tantos y recién salido de un achaque. Cees es el mejor embajador de Menorca en el mundo, un escritor de raza a quien se le debe el Nobel, ¡el primer nobel para un menorquín! Quizás entonces dejaríamos de exprimir la biografía de Albert Camus, quien nunca pisó la Isla pese a su abuela menorquina...
Algunos amables lectores han detectado varias corrientes en el metafórico movimiento Menorca First al que hacía referencia la semana anterior. Aparte los que se independizarían de Mallorca, estarían (estaríamos) los simpatizantes de una Menorca británica, como lo fue en el siglo XVIII, los partidarios de alzar un muro de hormigón en Sa Costa Nova para acabar de una vez con la dicotomía Maó/Ciutadella, cada uno en su casa y Dios en la de todos, pero los más revoltosos serían los partidarios de aplicar un cordón sanitario entre Menorca y Catalunya, convencidos de que los catalanes nos quieren colonizar y sacar de España, además de imponernos a los menorquines una lengua extraña (?) que nos aleja de lo nostro...
Debían de ser de esta tendencia quienes nos recibieron en el Ateneu con un mar de banderas españolas y menorquinas, pancartas alusivas a nuestra balearidad que no catalanidad, bajo los acordes de nuestro himno patriótico por excelencia, «Un señor demunt un ruc». Al parecer, no les ha gustado nada que el Ateneu, siempre hospitalario con políticos de todo signo dispuestos debatir serena y reflexivamente, diera cobijo al expresidente de la Generalitat Artur Mas por iniciativa de los jóvenes del Menorca (a) debat, quienes por cierto mostraron una gran preparación y temple para conducir un coloquio inicialmente tenso pero cada vez más distendido e interesante. Mientras desde la sala noble del Ateneu escuchaba a estos jóvenes más amantes de dialogar que de vociferar, pensé que la semilla ateneísta de la tolerancia y el diálogo sigue viva, y me sentí orgulloso de haberle dedicado tantos años de mi vida...
Para desengrasar, nada mejor que el peculiar show del cómico Leo Bassi en el Claustro del Carmen, en un fresquito y agradabilísimo microclima que contrasta increíblemente con el sofoco exterior, y donde el gin tonic acaba de operar el milagro de hacer olvidar completamente el insólito incidente de hace un par de horas en el Ateneu (Leo Bassi, siempre irreverente, fustiga a dioses y patrias). Interesantísima iniciativa la de los jóvenes emprendedores del Claustro, que presenta un denso y atractivo programa de actuaciones para el mes de agosto. Un auténtico oasis entre sofocos caniculares y fervorines patrioteros.
Y mientras empezamos a calentar motores para recibir a nuestro ramillete de amigos peninsulares (¡Oh fértil cosecha anual de educadas y variopintas conversaciones de sobremesa, sin tabúes ni gestos airados!). Pienso en ello mientras encaro la mayestática vista de Sa Mesquida desde la cuesta de acceso. Llego temprano (las diez de la mañana dominguera) y consigo mi plaza de aparcamiento. La playa, sin coches en la arena y con aparcamiento regulado y ordenado, aparece limpia y sus aguas lucen cual bandeja de oro y plata. Esta es mi Menorca First.