Ya falta menos. El derrumbe de un puente nos impresiona, entristece y conmociona cuando hay víctimas. Puentes que se rompen como en Génova, o el más próximo a nosotros, de Binimoti. El puente transatlántico entre Europa y EEUU. O el que unía Gran Bretaña con la Unión Europea. Puentes entre comunidades, laboriosamente construidos durante siglos, hoy amenazan ruina y derrumbe. Los puentes rotos, los divorcios, las guerras, el odio y el desapego se multiplican haciendo del mundo un lugar más peligroso y hostil. Aumentando la incomunicación. Todo empieza con ataques verbales. Insultos. Hoy estamos construyendo más muros que puentes mientras la sociedad se disgrega. Los otros, son percibidos como enemigos. El miedo, la inseguridad, la simpleza, nos hacen vulnerables. Vamos cediendo terreno al fanatismo pensando que eso no nos afectará a nosotros. Nos encerramos entre barreras infranqueables. Familias divididas, amistades destrozadas, compañeros enfrentados por un simple tema de conversación. Creamos incompatibilidades sin ninguna necesidad ni responsabilidad. Les seguimos el juego a los corruptos, sedientos de poder y de riqueza.
Pero tender puentes llegará a ser una cuestión de supervivencia. Las aguas bajan turbulentas y la corriente embravecida amenaza con arrastrarnos. No hacemos caso de la bandera roja… Hace tiempo que no se respetan las normas que deben ser iguales para todos.
¡Aprecias mucho más la libertad cuando la pierdes!