Antiguos alumnos de La Salle hemos celebrado en Mahón un emotivo reencuentro. Después de tantos años de estudio y recreo, el azar y la necesidad han dispersado a los que en su día compartieron balón y pupitre. Cada uno de aquellos niños, después jóvenes, hoy adultos, hemos recorrido un camino personal e intransferible. Una generación tiene muchas cosas en común, a pesar de las diferencias o divergencias inevitables. La nuestra se puede considerar, pese a todo, afortunada. Durante el verano de 1970 se organizó una gincana desde el antiguo colegio de la calle del Carmen hasta el nuevo edificio de la calle Vasallo, junto a Muebles Gali y el hospital militar, que en aquellos tiempos parecían estar situados en las afueras. Cuántas historias, anécdotas, emociones… A partir de la educación recibida, cada uno sacó sus propias conclusiones.
En las antiguas fotos de grupo, junto al hermano correspondiente, se hace patente la transformación de nuestra apariencia física, ley inexorable de los seres vivos. El tiempo lo cambia todo aunque la verdadera amistad permanece.
Huimos del futuro que pronto nos alcanzará, mientras el pasado se escapa. Yo estuve en el siglo XX. Las cosas han cambiado pero hemos vivido una gran aventura que, como el show, debe continuar. Ojalá haya otros encuentros como este, de abrazos y bromas entre compañeros.
La vida es un problema por resolver. Y cada día estamos más cerca de tener la vida resuelta.