Cuando lo fácil e injusto es acusar y descalificar, hay que reconocer la valentía con que está actuando el Papa Francisco -siguiendo el recto camino marcado por Benedicto XVI-, para afrontar con decisión y valentía los abusos y delitos a menores.
El pontífice argentino, jesuita y franciscano, ha convocado a los presidentes de las Conferencias Episcopales para abordar estos casos de abusos en una reunión en el Vaticano entre el 21 y el 24 de febrero de 2019. Cierto que es un tema doloroso y muy sensible, pero la Conferencia Episcopal Española ha actuado con diligencia al crear una comisión que, dirigida por el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez Fernández, canonista, redactará los documentos y las propuestas que aportará el cardenal Ricardo Blázquez, presidente de la CEE, en la reunión de Roma.
La asamblea de obispos de España destaca que la Iglesia católica tiene el compromiso de "cuidar y educar, con respeto y ejerciendo su ministerio, proteger a todos los menores y adultos vulnerables, crear comunidades seguras y solidarias que ofrezcan un entorno de amor donde haya una vigilancia informada sobre los peligros del abuso". Decisión y valentía.
Hay que reivindicar la vigencia y la labor -pastoral, social y cultural-, de la Iglesia. Porque sin la doctrina social de la Iglesia no se habría llegado, como explica Juan Velarde, a la "economía social de mercado" que recoge la Constitución de 1978, hoy tan denostada por quienes cuestionan la Transición.
Fue la Conferencia Episcopal Española quien, desde la doctrina del Concilio Vaticano II, defendió la incorporación de los derechos de huelga y la libre sindicación a la legislación laboral.
La Iglesia es una grandiosa obra de doble naturaleza, espiritual y humana. Al reconocer sus errores se refuerza y adquiere más sentido, como el que aportó a la Ilustración, de origen cristiano, como explicó Ratzinger en su discurso de Subiaco.