Que desde Catalunya se esté presionando al Ejecutivo nacional para que liberen a los presos del procés y a los huidos les liberen también de carga culpativa, me parece una falta de conocimiento de nuestro ordenamiento jurídico poco menos que monumental. El gobierno, ni puede ni debe interferir en democracia en el trabajo de los jueces, solo faltaría que después de nuestro lamentable capítulo de corrupciones, sacáramos ahora de las cárceles a los Romeva, los Turull, a los Junqueras, etc., y que de paso invitáramos a pasearse por las Ramblas a los Puigdemont, junto a Anna Gabriel y el resto de iluminados independentistas, a cambio de los presupuestos. No me quiero imaginar a qué fue Pablo Iglesias a verlos a la cárcel y qué podría llevar en la faldriquera para ayudar a engatusar a la colla independentista, los mismos que agavillados anunciaron en su sede parlamentaria la más extraña república que yo haya conocido, cómo si eso fuera poco menos que pelos de cochino que se cogen a puñados.
Una república en una autonomía española no puede depender ni para sí ni para no, de menos del 50 por ciento de los ciudadanos. Las prisas les llevaron a tener las cosas poco claras, y además mal organizadas, todo y que las equivocaciones del gobierno nacional no ayudaban a desengañar catalanes contaminados por una propaganda interesada, que les ofreció poco menos que gratuitamente el milagro de los panes y los peces. Como no podía ser de otra manera, el problema está embarrancado, generando odio en vez de cordura, porque la altura de los políticos actuales, en términos generales, tampoco es que digamos para tirar cohetes.