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Las moscas cojoneras

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Tengo oído que hay toreros que no han tenido suerte en el sorteo sobre el lote de la corrida que van a lidiar, pues es verdad que le pueden haber tocado los dos peores ‘buriles' de los seis que componían la corrida, pero uno, que en el arte de Cúchares tiene ya mucho disfrutado y más aún sufrido, sabe muy bien que no son pocas las veces en que ha sido el toro el que no ha tenido suerte porque le ha tocado un mal torero, «un tronchabotas», con más miedo que arte.

Pues fíjense ustedes que me creo yo que en la política pasa algo muy parecido. Es verdad que algunos presidentes del gobierno de nuestra democracia les ha tocado bailar con la más fea. A Zapatero le vino a enredar finalmente sus legislaturas el tsunami de la llamada burbuja inmobiliaria, una burbuja que dicho sea de paso, se formó y creció por una mala política de aquellos políticos sin oficio que creían que todo el monte era orégano. Resultaba por lo menos llamativo que en España se construyera más pisos que en Alemania, Francia e Italia juntos. ¿Pero en qué condiciones se construía? Otros presidentes tuvieron sobre sus legislaturas la pesadilla asesina del peor momento etarra además de tener en casa un ejército conformado en la dictadura golpista de Franco que recelaba de esa novedad llamada democracia. Estaba, además, la burguesía adinerada informándose donde podían informarles, por qué gatera podrían hacer salir sus caudales del país. Con todo, el gasto, el terrible gasto en los rigores de la presión que ejercían contra el presidente Suárez y su gobierno, corrió a cuenta de las vidas de muchos inocentes, con especial saña sobre todo de la Guardia Civil, que estoicamente aguantaron una presión inaguantable. Algún día esto deberá ser reconocido y laureado públicamente. También es verdad que algún presidente, junto a un gran lote de asesores, podría yo decir que si no eran bisoños, actuaron como si lo fueran (caso de Zapatero), no vieron la crisis hasta que ya la veían los más afectados por una acromatopsia económica en grado culpativo, porque oiga, si usted no vale para asesorar, pues dedíquese a la cría de la mata de habas, que luego en raolas, si están tiernecitas, están buenísimas.

Otros presidentes tuvieron, por así decirlo, el santo más de cara y fueron lo bastante inteligentes para hacer un oportuno y discreto «¡ahí os quedáis!» antes que de nuevo los presumibles vaivenes de los gobernados y de los gobernantes entre el personal europeo, volviera a mostrar en cualquiera de los países mancomunados en torno al euro, el chirriar de los dientes del descontento por una cosa o por la otra. Tampoco hace tantos años que en Europa, para dilucidar nuestras cuitas, lo hacíamos a garrotazo y tentetieso. Hoy es como un milagro el que nos haya entrado un poco de cordura en el devenir de los comunes intereses, salvo en aquellos de siempre, a los que parece gustarles la endeblez del separatismo como una torpe muestra de la incapacidad de recorrer el camino juntos.

Si Suárez levantara la cabeza, quizá diría: pues sí... siempre para fastidiarle el sueño a un presidente, tiene que haber alguna mosca cojonera.

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