La Constitución acaba de cumplir 40 años. En 1978 tuvimos una buena cosecha política, aunque la situación de tensión e incerteza por aquel entonces nos resulta, desde la distancia, difícil de imaginar. Brindo por todos los hombres y mujeres que tras años de guerra y larga dictadura se pusieron de acuerdo en lo esencial, por encima de bandos, revanchismos y las lógicas diferencias. Se trataba de recuperar la libertad perdida y unir lo que estaba roto, dividido. También recuerdo a los que cayeron víctimas del odio y la ciega destrucción del terrorismo. Aprobamos un marco de convivencia basado en la libertad y los derechos fundamentales que hemos podido disfrutar durante cuatro décadas. Cuando la democracia recién estrenada estuvo a punto de irse por la borda, en una noche larga y angustiosa, salió el Rey para defendernos. Porque defendiendo la Constitución nos defendía a todos. En un país tan dado a los enfrentamientos y la polarización cainita, la figura de un jefe de Estado sujeto a la ley común que sostiene todo el edificio, pone un punto de tranquilidad en el devenir vertiginoso de los tiempos convulsos.
Brindo por todos los que, desde los partidos políticos, cada uno según sus convicciones y propuestas, han contribuido a la modernización y transformación de nuestro país y de la sociedad en general, aumentando nuestra calidad de vida.
Por aquellos que practican el diálogo y trabajan por la paz, yo levanto mi copa.