Ojalá todo fuese tan perfecto como el Concierto de Año Nuevo desde Viena. Pero los buenos deseos deben ir acompañados de trabajo y dedicación, es verdad. Europa necesita experiencias colectivas que nos levanten la moral. Algo de lo que podamos sentirnos orgullosos y que no se limite a mirar hacia el pasado. Por mucho que el pretérito nos acompañe, con su enorme riqueza heredada, hasta ese futuro que anhelamos.
Ante el avance imparable del nihilismo debemos oponer alguna resistencia. Ser conscientes de lo que hemos construido sería un requisito necesario. Muchos creen que aquello que somos o disfrutamos ha caído del cielo. Falso. Primer paso para perderlo todo. Este 2019 requiere que cuidemos, fortalezcamos y respetemos más la memoria, esa gran olvidada. La razón y la solidaridad. Que seamos creativos en las soluciones a los problemas nuevos que tenemos planteados. Nadie regala nada y, si nos descuidamos, nos roban. El año pasado intentaron robarnos muchas cosas. En algunos casos, lo consiguieron. Hay una tentación enorme de apropiación indebida. Si no protegemos lo que tenemos en común, dejaremos pronto de disfrutarlo. Nos quedaremos en la miseria. Descubriremos el engaño demasiado tarde. Chupópteros y vividores a costa del erario público deben ser controlados. O lo peor no será el déficit de las cuentas. Caeremos en el déficit democrático. El déficit de convivencia y libertades. La quiebra total de nuestro patrimonio.