Seguramente a estas alturas Podemos ya haya descubierto que es más difícil mantener un partido político que crearlo. Las tensiones entre varios gallos de un mismo gallinero de ordinario se suelen resolver a picotazos, y lo que es aún peor, no sería la primera vez que se acabe como el rosario de la aurora, ¿quién se lo iba a decir a UCD? Un partido todo poder y todo gloria que se autodiluyó como un azucarillo en una taza de café, y últimamente Rosa Díez en UPyD.
Estos últimos días he escuchado a líderes del PP decir: «Que ha vuelto el auténtico PP», ¿qué pasa, que el de antes no era auténtico? Pues vaya usted a saber qué pensarán de semejante afirmación gentes, pongo por caso, como Mariano Rajoy, Soraya, Cospedal o Rafael Hernando, y tantos otros que militaban en quien fue el partido que alcanzó el máximo poder que haya tenido ningún otro partido político en España. Ahora tenemos quizá demasiados partidos políticos, y el voto está por ello muy fragmentado, lo que hace difícil, por no decir imposible, que un partido gane unas elecciones por mayoría absoluta, salvo debacle que hoy por hoy no se me figura.
El caso Íñigo Errejón y Ramón Espinar han hecho temblar hasta los cimientos del nuevo edificio político que agavillados había logrado crear Podemos. Con todo, una cosa sí que es cierta, ningún partido puede estar seguro de no tener que echar la llave por grande que sea la cerradura. La política es así de exigente y así de ingrata.